 Puedo admitir la fuerza bruta,
       Puedo admitir la fuerza bruta,                                                                                                                      pero la razón bruta es insoportable.
                                                                        Hay algo injusto en su imperio:
                                                                       anula la inteligencia.
                                                                                                             Oscar Wilde
 La psicología cognitiva  anuncia haber superado la concepción conductista, que supone a la condición  humana como continuidad de la animal. 
 George Miller, uno de  los mentores de la psicología cognitiva, es quien lo formula con más  claridad. Sitúa este hito el 11 de setiembre de 1956, en ocasión de  celebrarse la segunda jornada del Simposio sobre  Teoría de la  Información realizado por el Instituto de Tecnología en Massachusetts.  Recuerda dos ponencias expuestas ese día: La primera pertenece a Allen  Newell y Herbert Simon, conocidos como los “padres de la inteligencia  artificial”. En ella, bajo el título: “La máquina de la teoría  lógica”, los autores hacen referencia a la primera demostración  completa de un teorema efectuada por una computadora.
 La segunda corresponde  al entonces joven lingüista Noam Chomsky, en la cual sostiene que “un  modelo de producción lingüística derivado del enfoque de la teoría  de la información de Claude Shannon* no podría aplicarse  con éxito a ningún ‘lenguaje natural’”; concluyendo con “su  propio enfoque transformacional de la gramática”(6) (H. Gardner,  pag. 44).
 Bertil Malmberg, autora  de una exhaustiva panorámica de la lingüística del siglo XX, dice  sobre este enfoque: “La idea fundamental de Chomsky es, por una parte,  que la sintaxis conduce directamente a la estructura de la mente humana,  para él, interés principal de la lingüística, y, por otra, que la  gramática universal así descubierta es algo innato, programado en  el cerebro del niño como una parte de su herencia genética” (10)  (B. Malmberg, 297).   
 Estos planteos ubican,  más que la efeméride que conmemora la superación de la idea de continuidad   traída por el conductismo, la fecha en la que se inaugura otra idea  de continuidad. En este caso se trata de la establecida entre la computadora  y el cerebro humano.
 A lo largo de este artículo  haremos una crítica a la concepción de continuidad, tanto en la psicología  cognitiva como en el conductismo, para formular ciertas reflexiones  respecto a su obstinada búsqueda por parte de la psicología norteamericana.
 Comenzamos trayendo a  otro teórico de la psicología cognitiva, llamado Richard Mayer, quien  define así a esta psicología: “es el análisis científico de los  procesos mentales y estructuras de memoria humanos con el fin de comprender  la conducta humana”(11) (R. Mayer, pag. 17). De la condición humana  como adjetivo de la conducta, se infiere su carácter subsidiario a  una instancia superior.
 Por su parte, los conductistas  parten de la unidad de conducta en la asociación estímulo-respuesta,  que los autoriza bajo condiciones experimentales, a intervenir en los  primeros para modificar a los segundos. La situación de laboratorio  es válida tanto para animales como para humanos, y las conclusiones  extraídas en unos se consideran legítimamente transpolables a los  otros.
 Para Mayer la psicología  cognitiva plantea que: “la unidad de conducta es el plan; un   sistema de generación de conductas similar a los bucles de retroalimentación  utilizados en los programas del ordenador”. Con la idea de “plan”  sostenida por el modelo informático de “bucle de retroalimentación”,  se parte de la condición interactiva e intencional del “software”  (ida y vuelta entre el programa y las operaciones que en él se realizan)  para oponerla al automatismo de la relación estímulo – respuesta.  De este modo se toma a “los procesos mentales y estructuras de memoria  humanos” como “el modo en que la persona almacena y utiliza su conocimiento  para realizar la tarea”(11) (R. Mayer, pag. 24). 
 Como un modo de sellar  la continuidad entre la inteligencia artificial y la humana, algunos  autores de esta orientación, como Howard Gardner, prefieren retirar  toda mediación entre ambas y hablar de la ciencia cognitiva como una  nueva disciplina (descartando a la psicología). Este autor deslinda  las siguientes cinco líneas de pensamiento que convergen en la fundación  de esta ciencia:
 1-  Matemática  y computaciónEl lógico - matemático  Alain Touring concibe en 1936 una máquina capaz de resolver todo tipo  de cálculo, que se la identifica a lo largo de la historia con el nombre  de su creador. La llamada “Máquina de Alain Turing” funciona mediante  un código binario compuesto solo de  “ceros” y “unos”.
 Este autor está convencido  que se puede crear todo tipo de programas sobre la base de este principio,  y fabricar aparatos como soporte tecnológico de sus  operaciones.
 2- El modelo de la  neurona Otra corriente de  pensamiento asocia la lógica con la neurología, y sostiene que se  pueden representar las operaciones de una red neural por medio de un  modelo lógico tomado del cálculo proposicional.
 De acuerdo a este modelo,  la neurona es activada y a su vez activa a otra neurona, “del mismo  modo que un elemento o proposición de una secuencia lógica puede implicar  a alguna otra proposición” (6) (H. Gardner, pag. 34). El matemático  y neurofisiólogo W. McCulloch y el lógico W. Pitts establecieron en  los años cuarenta el teorema de la red nerviosa “según el cual todo  proceso puede ser representado por una red nerviosa acabada a condición  que pueda ser descrito sin ambigüedad por un número de palabras finito  y no ambiguo” (3) (N. Chomsky y J. Piaget, pag. 199)
 3- La síntesis cibernética
 Se trata de la relación  fundamental entre la ingeniería de control (que permite, por ejemplo,  a un artillero cuando dispara conocer la posición de su blanco, estableciendo  todas las correcciones que correspondan a la orientación de su cañón  y las graduaciones pertinentes a las espoletas de su proyectil que aseguren  la oportunidad de la detonación) y la ingeniería de comunicaciones  en torno al “mensaje”, “ya sea transmitido por medios eléctricos,  mecánicos o nerviosos” (9)(R. Mayer, pag. 36). A partir de lo planteado  un arma y su operador son evaluados como elementos dentro de una misma  serie, con la salvedad que en el primero la transmisión es eléctrica  o mecánica y en el segundo es nerviosa.
 N. Wiener – tecnócrata  de la industria bélica norteamericana - avanza por este sesgo a partir  de la tecnología militar desarrollada durante la segunda guerra mundial,  haciéndose eco de los estudios de McCulloch y Pitts, como así también  de los del matemático John von Neumann, en Princeton, en materia de  matemáticas, lógica e investigación sobre el sistema nervioso. Este  avance ubica en la inteligencia militar la primera ruptura de la psicología  norteamericana con el conductismo, para extender la síntesis entre  control y comunicación de la producción de armas a la formación de  cuadros militares y políticos.
 4- Teoría de la información
 Se plantea la autonomía  de la información respecto  al  “contenido o la materia                  específica de que se trate, como una decisión singular entre dos alternativas  igualmente admisibles”(6) (H. Gardner, pag. 37)).
 C. Shannon, presentado  líneas atrás como inspirador de Chomsky, había entrevisto su posterior  aporte a la ciencia cognitiva en su tesis de maestría, al sostener  que “los circuitos eléctricos del tipo de la computadora podían  abarcar operaciones fundamentales del pensamiento”(9) (R. Mayer, 37).  De tal forma la idea de una máquina que piensa y de un pensamiento  reducido al procesamiento de información, conduce a  Wiener a  esta afirmación: “La información es información, no es materia  ni energía. Ningún materialismo que pretenda rechazar esto puede sobrevivir  en la actualidad”(12) (N. Wiener, pag. 132).
 5- Síndromes neuropsicológicos 
 A partir de la gran  proliferación de los cuadros de incapacidad cognitiva que derivan de  lesiones cerebrales,  entre la primera y segunda guerra mundial,  se estudia la patología cerebral. De ese modo se verifica que, por  ejemplo, los cuadros de afasia son similares más allá de las diferencias  idiomáticas.
 La ciencia cognitiva  plantea que en ciertas afasias se mantiene la estructura de la oración,  pero no se pueden incluir correctamente en ella palabras  individuales;  y en otras afasias se pierde la estructura de la oración, pero ciertas  palabras individuales mantienen el significado. En las primeras el paciente  tendrá dificultades para sustituir palabras semejantes, por ejemplo:  ruido por barullo, aunque la proposición no resulta alterada; a la  inversa, en las segundas se pierde la facultad de construir proposiciones,  creándose un estilo discursivo “telegráfico”. En este campo suponen  haber encontrado el siguiente argumento decisivo en contra del conductismo:  estos casos no dan cuenta de un desorden en la cadena de estímulo y  respuesta sino de una alteración en las jerarquías conductuales. Sin  embargo, en las antípodas del lingüista europeo R. Jakobson, no logran  advertir que en cada tipo de afasia están afectadas las funciones propias  de la retórica: Cuando está perturbada la facultad de sustituir palabras  semejantes, la implicada es la metáfora; cuando la perturbación recae  en la facultad de construir proposiciones está implicada la metonimia.
 El orden en las jerarquías  conductuales, es una clave para entender como Jerome Bruner –teórico  eminente de esta corriente- piensa el desarrollo y la estructura de  las habilidades humanas. En ruptura con la concepción de continuidad  entre el animal y el hombre dice: “Las manos del hombre son un sistema  que se desarrolla con lentitud y, de hecho, pasaron muchos años antes  que los humanos mostraran el tipo de inteligencia manual que ha distinguido  a nuestra especie: la utilización y fabricación de instrumentos”(2)  (J. Bruner, pag. 76). Luego afirma (subrayando la diferencia entre los  primates y el hombre): “La mano se libera de su función locomotriz,  de su función braquial y de las exigencias de especialización que  fueron resueltas mediante garras y formas exóticas de las almohadillas  de los dedos. Volverse más desespecializado en una función, supone  que será mayor la variedad de funciones que puede realizarse”(2)  (J. Bruner, pag. 76). En ese sentido compara la torpeza manual del cachorro  humano con su precoz y altamente organizada exploración visual; y concluye  que esta última le permite avanzar en la  programación de actividades  de creciente complejidad, administrando el uso de instrumentos conforme  a los objetivos a lograr. Así explica que: “La actividad hábil es  el resultado de una programación que especifica un objetivo o un estado  terminal, que ha de adquirirse, y que requiere el ordenamiento consecutivo  de un conjunto de constituyentes y de subrutinas modulares”(2) (J.  Bruner, pag 77).
 Podemos apreciar, en  las pinceladas expuestas de la ciencia cognitiva, la voluntad de encontrar  los procesos cognitivos supuestos al hombre en la misma serie de la  inteligencia artificial. Por esta vertiente Bruner colige lo siguiente:  “las operaciones lógicas (el software, o soporte lógico)... pueden...  describirse en forma independiente del particular hardware, o soporte  material, en que... fueron... instrumentadas en una circunstancia dada”(2)  (J. Bruner, Pag. 47). Así el cerebro humano y la PC son dos especies  del género hardware. Siguiendo este sesgo, la ciencia cognitiva se  despoja del contrabando de la psique que trae la psicología, para intentar  enterrar definitivamente a toda idea de hombre.
 El hombre deja de ser  el sustantivo, en el cual se detiene un pensamiento seducido por la  oscuridad de la psique, para convertirse en el adjetivo de una conducta  a investigar. A continuación recordaremos los encantos del mito de  Eros y Psique, por más que paralicemos de espanto los sistemas informáticos  de los “científicos cognitivos”. 
 Psique, la hermosa princesa  de la mitología griega, no logra encontrar la verdad que la implica  en su amor a un amante del que no puede conocer su identidad. Una noche,  cuando acerca a él una lámpara para conocerlo, descubre que es Eros.  Emocionada, deja caer una gota de aceite de la lámpara sobre su espalda,  y él asustado huye de Psique levantando vuelo inmediatamente.
 La ciencia cognitiva  toma la decisión de apagar la furtiva luz de una verdad, para continuar  su sueño de esposa con ruleros, bajo el arrullo de la información  que portan los mensajes, como canción de cuna. 
 Lo curioso es que la  búsqueda de la continuidad entre inteligencia artificial y humana,  como antes se la buscó entre el animal y el hombre, apunta hacia donde  se prueba que no existe. Esperan alcanzar la segura objetividad de la  conducta humana en el modo como “la persona almacena y utiliza su  conocimiento para realizar la tarea”; y constatan, a cambio, una vida  cotidiana preñada de sorpresas, en la que S. Freud descubre a comienzos  del siglo XX las producciones inconscientes (olvidos, lapsus, ocurrencias,  actos fallidos, sueños). Estos irreductibles e inútiles rendimientos  conspiran contra la empresa de encontrar a  la condición humana  como una especie del género de la información, infinitamente útil  y transparente. Hasta el propio Chomsky se sorprende de que la relación  entre el “hardware” llamado cerebro y el “software” denominado  estructura cognitiva, aún despierte la curiosidad humana. Dice: “Una  amplia parte de la estructura del cerebro es completamente independiente  de las distintas memorias almacenadas en él. Por su parte, el corazón  depende asimismo, por ejemplo, del entorno nutritivo particular en el  que se desarrolla el embrión. En tanto que seres humanos, prestamos  una enorme atención a las variaciones en cuanto al modo en que las  estructuras cognitivas representadas en el cerebro se desarrollan en  los distintos individuos. Pero en cambio, no concedemos demasiada atención  a las diferencias de talla y de función del corazón, porque este no  nos interesa tanto”(3) (N. Chomsky, pag. 116). 
 De la lámpara de Chomsky,  sólo preocupada en alumbrar archivos (donde se acumulan saberes esterilizados  de verdad), no se desperdicia jamás una gota de aceite. En un sentido  aristotélico su pensamiento, como el de todos los teóricos de la ciencia  cognitiva, se limita a la construcción de un marco descriptivo adecuado  para tratar una conducta particular. O sea que a ella se la define a  partir de un cuerpo de definiciones descriptivas y no axiomáticas.  Como ejemplo de definición descriptiva retomamos la siguiente cita  de Brunner ya presentada líneas atrás: “La actividad hábil es el  resultado de una programación que especifica un objetivo o un estado  terminal, que ha de adquirirse, y que requiere el ordenamiento consecutivo  de un conjunto de constituyente y de subrutinas modulares”. 
 En tanto que un ejemplo  de definición  axiomática es la que formula J. Lacan cuando dice  que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Se puede advertir  en esta última, al contrario de la anterior, una ruptura con la descripción  de una experiencia. En la ruptura, la verdad como súbita gota de aceite,  cuestiona los saberes establecidos (o sea que el saber no recubre a  la verdad).
 Solo la decisión en  lo indecidible – como plantea el filósofo francés Alain Badiou –  sostiene el enunciado de un axioma. Este sesgo axiomático, en su origen  platónico, sitúa el pasaje en filosofía del poema presocrático al  matema euclidiano. 
 La ciencia cognitiva,  como antes el conductismo, dispone severas condiciones experimentales  para evitar la subversión de la verdad sobre los saberes. A esta subversión  de una verdad sobre los saberes, S. Freud le dispuso la escucha psicoanalítica.  La ciencia cognitiva no se interesa, como el psicoanálisis, por el  nacimiento del sentido que emerge en el sitio exacto en donde sorpresivamente  el sinsentido lo duplica cuando irrumpe una verdad. El hacer del psicoanalista  es similar al “metiere” del poeta quien, como un partero de sentidos,  mete mano al agujero que la verdad deja sobre un saber, para que el  sinsentido sea el cordón umbilical de un nuevo sentido. Para que ello  ocurra, la interpretación del psicoanalista produce una metáfora en  el discurso del psicoanalizante.
 Es con el inoportuno  sinsentido, con quien Chomsky tiene un leve encontronazo, al  advertir  que no se admite con tanta naturalidad todo aquello que él le supone  al cerebro. De un modo poco oportuno para Chomsky, este último puede  ser metáfora de algo distinto para otros hablantes.
 A cambio de la decisión  axiomática que cuestiona los saberes establecidos, el predominio de  la descripción de los universos posibles, habla de la devaluación  del compromiso con una verdad.
 Por el contrario, el  campo del psicoanálisis plantea que el sujeto queda comprometido a  la verdad de su deseo, cuando la vacilación de su discurso  socava  el saber que le daba la seguridad de un engañoso reconocimiento. 
 El chiste del que habla  S. Freud, a partir del término alemán witz (rasgo de ingenio), es  factible de definirse como artesanía poética.
 Pongamos como ejemplo  la picardía de una adivinanza rioplatense: “¿Saben como murió Tarzán?  Con Chita arriba”. “Con Chita” interrumpe el sentido, para que  un nuevo sentido ad - venga de su propia duplicidad, por ejemplo: Tarzán  con genital femenino mirando al cielo, muestra que, al fin y al cabo,  nadie es demasiado “macho” ante la muerte.
 La teoría psicoanalítica  va en sentido contrario a lo que plantean McCulloch y Pitts, al sostener  que cuando una proposición implica a otra, lejos de haber circulación  de información hay un cortocircuito. Estando en juego la verdad del  sujeto, se pone en cortocircuito el saber en el que el sujeto se reconoce.
 En “El chiste y su  relación con el inconsciente”, S. Freud aborda el chiste (witz) en  su condición de modelo de las formaciones del inconsciente; en las  que el autor ve destellar la verdad de un sujeto, como la luz que iluminó  a Eros.
 El siguiente ejemplo  cotidiano, tomado de nuestras viñetas porteñas,  comienza como  un chiste, pero prontamente involucra en su verdad a la narradora. En  una clásica “raviolada” de los domingos, una joven esposa le cuenta  el siguiente chiste a su suegra: 
 - “¿Sabe  por qué a    la esposa de un hijo se la llama nuera?
- No.
- Porque “nu  - era”    para mi hijo.
Ese pequeño diálogo  cambia el tranquilo panorama de un domingo, para transformarse en una  profunda reflexión de la vida familiar.  La suegra escucha la  verdad de la “nu - era”, y estalla en una crisis de nervios.
 Dada la situación, un  cognitivista intentará restablecer “la programación conducente al  objetivo del discurso”, mientras que un psicoanalista apostará con  alguna intervención, a la verdad que quedó salpicada de tuco en el  meollo del cortocircuito: el fantasma de la madre como la única mujer. 
 Retornando a la vertiente  filosófica, Heidegger invierte el pasaje platónico del poema al matema  que destaca Badiou, para rescatar la enunciación poética afirmando  lo siguiente: “En la simultaneidad del develamiento y de la ocultación  impera el error. La ocultación de lo oculto y el error pertenecen a  la esencia inicial de la verdad ”(7) (M. Heidegger, pag. 127). En  este planteo, la verdad no nace de la adecuación de la comunicación  a sus referentes, sino del traspié de Psique que aleja a su amante,  haciendo parir un nuevo sentido del sinsentido.
 El lenguaje es la morada  del ser, por ello es custodiado por los poetas y no por los analistas  de sistemas. 
 Sin embargo, la fuerza  prescriptiva que se le da a la búsqueda de las continuidades señaladas,  merece un análisis y no sólo una impugnación.
 El conductismo siempre  ha buscado la posibilidad del lenguaje en el ámbito animal. Las conclusiones  del etólogo K. Von Frisch sobre la comunicación de las abejas, trabajadas  por el lingüista E. Benvesniste, destacan la ruptura con el lenguaje  humano. Este último concluye que la comunicación de las abejas se  trata de un código de señales, en razón de sus siguientes caracteres:  fijeza de contenido, invariabilidad del mensaje, relación con una sola  situación, naturaleza indescomponible del enunciado y transmisión  unilateral. 
 Como hemos visto, la  ciencia cognitiva reemplaza la unidad de conducta en la asociación  estímulo y respuesta, por el plan, como sistema de generación de conducta  similar a los bucles de retroalimentación utilizados en los programas  de la computadora. Como lo plantea el fundador del conductismo J. Watson,  la relación estímulo y respuesta,  concluye en la infinita maleabilidad  de la conducta; mientras que con el “plan”, en su infinita programación. 
 Con esta lectura del  conductismo y del cognitivismo, volvemos a Gardner para  tomar  cuidadosamente la referencia que él hace del diálogo de Platón cuando  pretende poner a Menón de aliado de la ciencia cognitiva sin precisar  cual es su pertinencia. Recordemos que en esa obra Sócrates dirige  al esclavo de Menón en la resolución de la raíz cuadrada de dos,  para probar su teoría de las reminiscencias, según la cual no se puede  saber nada sino es porque ya se lo sabe como sombra de la Idea. No obstante  y de acuerdo al planteo platónico, el saber al que podemos arribar  no alcanza la plenitud de la Idea. No hay episteme (saber) de  la areté (perfección). Para Platón la Idea equivale al matema,  que aquilata su perfección en la exacta proporción de la esfera y  no revela todo su esplendor al esclavo de la caverna (como Menón o  cada uno de nosotros) que solo logra ver su sombra. Como ya señalamos:  el saber no recubre a la verdad. Y si la verdad sólo fuera la adecuación  de un saber a un universo posible que describe, el esclavo quedaría  como un residuo arrojado fuera de la caverna para morir calcinado bajo  los efectos de la Idea convertida en estrella supernova (la  que  alcanza más esplendor en el momento de su extinción). Esta es la estrella  que ilumina la utopía de la comunicación absoluta. Sus modelos pueden  ser: la colmena de abejas o Windows 98.
 Por eso los planes de  enseñanza fundados en la ciencia cognitiva, no enseñan. No hay enseñanza  posible cuando el esclavo es expropiado del saber y tampoco ofrece resistencia.  Si el estudiante en la universidad acepta pasivamente el lugar del esclavo  carbonizado por la episteme de la areté, abandona la seducción de  Eros y se identifica a una esposa con ruleros.  Descartando la  dimensión de la verdad, la esposa de ruleros que olvidó  preguntarse  con quien comparte su cama, tiene los siguientes sueños: <>,  o <>.  Estas fueron respuestas dadas en los exámenes de ingreso a la Facultad  de Derecho de la Universidad de La Plata, en febrero de 1999. No sería  inoportuno recordarles el siguiente grafitti que los estudiantes franceses  del 68 les escribieron (entre otros) a las esposas con ruleros: “La  vida está en otra parte”.  
 BIBLIOGRAFÍA
 - E. Benveniste: “Problemas    de lingüística general”, Méjico, Siglo XXI, 1976.
 
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- H. Gardner: “La nueva ciencia    de la mente. Historia de la revolución cognitiva”, Barcelona, Paidos,    1988.
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- B. Malmberg: “Análisis    del lenguaje en el siglo XX. Teorías y métodos”, Madrid, Gredos,    1986.
- R: Mayer: “El futuro de    la psicología cognitiva”, Madrid, Alianza, 1985.
- N. Wiener: “Cybernetics,    or control and Communication in the Animal and the Machine”, Cambridge,    Massachusetts, MIT Press, 1961.