2 de febrero de 2007

La habitación de la memoria

La memoria es. Podemos decir: la memoria es conservación.
A esta altura de los tiempos, a esta altura de la consumación de la metafísica –como plantea M. Heidegger- la biotecnología se plantea la conservación de todas las determinaciones en la memoria de la molécula. Tomando la posta de este pensador, en el trascurso de mi intervención voy a plantear la estructuración subjetiva en contraposición a la presencia de la memoria. Una estructuración que entiendo del lado del ser (Seyn), como la posibilidad, lo nunca presente ante la mano y sin embargo siempre otorgador y denegador. Es decir lo opuesto por el vértice a la estructura sujeto – objeto de la metafísica. En ese sentido podemos afirmar que la estructuración subjetiva es siempre estructuración y nunca estructura.
A lo largo de este desarrollo me ocuparé de la estructuración subjetiva, a partir de la práctica con las psicosis infantiles, como el suplemento que impide el cierre de la habitación de la memoria llamada molécula.
A diferencia de las psicosis del adulto, las psicosis infantiles no admiten ser pensadas desde la categoría de estructura clínica. Podemos discutir esta categoría, pero más allá de nuestra posición respecto a ella las psicosis infantiles no pueden ser pensadas con este recurso teórico. En tal sentido planteamos que son un impasse y no un estado (como se concibe a la estructura).
La estructuración subjetiva implica la dimensión del tiempo. Bajo la fórmula de Heidegger advenir sido, el tiempo reenvía a un comienzo. Por esa vertiente el impasse en la estructuración subjetiva quiere decir que en el niño no hay comienzo. Esto no significa que en el niño psicótico no haya rendimientos. No sólo hay rendimientos sino que hay rendimientos excepcionales, como por ejemplo en el cálculo, el dibujo, etc. Sin embargo no hay quien calcula (como es el caso del niño interrogado sobre cuantos hermanos tiene y responde: “tengo tres hermanos: Juan, Ernesto y yo”), o no hay artista (dibujo fotográfico).
No hay un origen, no hay un comienzo, quiere decir en términos freudianos que no hay un “donde era”, ni la impotencia de un sujeto de deber advenir “allí donde era”. Esta impotencia es la que queda recubierta por el marco filosófico metafísico que descansa en la relación sujeto – objeto.
Sólo a partir de la remisión al comienzo: “donde era”, la impotencia de un es que no puede pensar el ser y debe advenir como obstancia (*) puede pensarse a partir de la imposibilidad. Así a cambio de la relación sujeto – objeto, la idea de una estructuración subjetiva ubica la dimensión del tiempo.

El niño psicótico no ha tenido un comienzo y por eso hay un detenimiento en la estructuración que lo deja fuera del tiempo. En el la memoria habla, como si fuera una cinta magnetofónica que se activa. Habla la televisión, por ejemplo encontramos chicos que hablan (o mejor dicho la televisión habla en ellos) en el dialecto centroamericano de las series dobladas o reproduce el noticiero al pie de la letra. O habla guaraní porque se mudó a la pieza de al lado una familia paraguaya. De este modo nada nuevo adviene sido. No hay la posibilidad de un reenvío al comienzo, que haga del comienzo otro comienzo.
En este sentido es el alumno ideal del cognitivismo. Mientras que el genoma es pensado por las neurociencias como el entorno informático que descansa en las moléculas, las estructuras cognitivas corresponden a los softwares. Por eso la multiplicación de los automatismos como resultado es presentada por los autores de esta filiación en tanto prueba de su acierto. En estos casos la ausencia de estructuración subjetiva les permite corroborar que sólo hay más de lo mismo. Como un CD que puede reproducirse todas las veces que uno quiera. Por mi parte afirmo que lo nuevo no tiene que ver con los resultados, sino con el comienzo. En ese sentido antes de partir por la búsqueda de resultados académicos en la educación de chicos autistas, hay que plantearse el comienzo de la estructuración subjetiva. Proponerse resultados descartando la estructuración subjetiva conduce a la esencia del nazismo.
Albert Speer, arquitecto de Hitler y posterior ministro de armamentos del Tercer Reich, decía que la guerra era inevitable porque estaban los medios técnicos para hacerla. Sólo bastaba –dentro de este esquema- poner en marcha los medios para apropiarse del objeto, aquel que debe advenir aunque sea de prepo. Esto es el colmo de la impotencia. El imperio de la técnica no puede más que ubicar al hombre, como dice Heidegger, “bajo el poder de una potencia que lo lleva a aceptar sus desafíos y con respecto al cual ya no es libre”. (M. Heidegger, 2001: p.31.). Jugando con el aforismo freudiano, el hombre queda bajo una voz que le grita: ¡advení carajo!, advení como objeto, como molécula diáfana, como genoma que lo explica todo.. En este contexto el niño psicótico es la ironía del hombre bajo el control de la técnica. Por eso dije que es el alumno ideal del cognitivismo, a lo cual agrego que es también su refutación si en él se pone en marcha la estructuración subjetiva.
Puede apreciarse en la macabra ridiculez del programa en neuropsiquiatría infantil Operación T4, puesto en marcha por el nazismo, a que conduce la idea del almacenamiento absoluto de las determinaciones de la vida humana. La siguiente cita, con la que concluyo, lo relata de un modo patético:

“Sometidos a controles psiquiátricos (naturalmente sin el consentimiento de sus padres, que muchas veces ignoraban en manos de quienes habían puesto a sus hijos, confiados en la ayuda que sólo el estado podía brindarles), los niños eran o bien expuestos a una batería de experimentos (¿Cuánto tiempo podrá resistir este niño de diez años descalzo sobre la nieve?, ¿Cuánto tiempo podrá soportar una niña de 13 años una ducha de agua helada, cuantos kilos puede adelgazar una niña de 12 años antes de caer en coma?) o bien sacrificarlos con una inyección letal (Luminal). Todo se registraba prolijamente en las historias clínicas. Los cerebros de las víctimas, se supo mucho después, eran conservados para estudios científicos en una sala especial que, en el pabellón de patología, llevaba el nombre de gedankraum (habitación de la memoria)” (Radar Nº 299, 5 – 5 – 02: p. 4)

(*) Dice Heidegger: “Llamaremos ahora al modo de presencia de lo presente que aparece en la época moderna como objeto la obstancia (M. Heidegger, 1994: pp. 44 y 45).

BIBLIOGRAFÍA

Cerdeira, R. (1995): “Contra la memoria” en Acontecimiento Nª 5, p. 43 a p. 50, Buenos Aires.
Circular Técnica General Nº 6 (27 – 06 - 03): “Orientaciones didácticas para la modalidad de Trastornos Emocionales Severos” (primera parte), Dirección de Educación Especial de la Pcia de Buenos Aires
Circular Técnica General Nº 10 (10 – 10 – 03): “Orientaciones didácticas para la modalidad de Trastornos Emocionales Severos” (segunda parte), Dirección de Educación Especial de la Pcia de Buenos Aires.
Freud, S. (1973): “El yo y el ello” en Obras Completas, Tomo III, Biblioteca Nueva, Madrid.
Heidegger, M (1994): “Conferencias y artículos”, capítulo II “Ciencia y meditación”, Ediciones del Serbal, Barcelona.
Heidegger M. (2002) : “La ciencia no piensa” en “Conmemorando a Martín Heidegger”, compilación Rogelio Fernández Couto, Letra Viva, Buenos Aires.
Heidegger, M. (2003) : “Aportes a la filosofía. Acerca del evento”, Biblioteca Internacional Martín Heidegger, Buenos Aires.
Zerba, D (2005): “La solemnidad de un pedo inlges”, Lote Nª 73, p24 a p. 25, Venado Tuerto.




Diego Zerba

Diego Adrián Zerba nació el 11 de enero de 1953 en la Ciudad de Buenos Aires. Es Licenciado en Psicología, Psicoanalista, Profesor Adjunto de la materia Psicoanálisis: Freud y docente en Psicoanálisis: Escuela Inglesa de la Facultad de Psicología / UBA. Profesor Adjunto en la materia Psicología del Ciclo Básico Común / UBA. Director del Centro Asistencial FUBA XXII. Supervisor de instituciones clínicas y educativas. Autor de numerosos artículos publicados en revistas y libros de distintos géneros. Autor de los libros La estructuración subjetiva. Pensar las psicosis infantiles (JVE, 2005) y Aldea Panóptica. Ideas – Situaciones - Prácticas. Compilador, junto a María Massa, de los libros: El mal – estar en el sistema carcelario (El Otro, 1996) y Síntomas carcelarios. El estado contraataca (Letra Viva, 1998).
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