30 de marzo de 2007

DINOLAND



pueden van

Hace varias, varias eras geológicas, el mundo estaba organizado por seres gigantescos y soberbios que suponían a su reinado ilimitado en el tiempo y el espacio. Tenían un estricto sistema de enseñanza, que transmitía los valores del régimen de castas imperante, dirigido por los tiranosaurios rex. Este orden jerárquico era directamente proporcional al tamaño.

Hasta que un día las cosas comenzaron a marchar mal: el refulgente sol quedó cubierto por una opaca e incesante bruma, la muchedumbre comenzaba a quejarse de la falta de alimentos y de los rigores climáticos, y algunos asesores del Gran Jefe Rex echaron a rodar rumores inquietantes. El tiempo pasa y la situación se va tornando más adversa: en un sin numero de corrillos estos cortesanos decían que había muerto la mayor parte de los gigantes, y que no tenía sentido enseñar a comer de las copas de frondosos e imponentes árboles que tampoco existían más. Alertaban que sólo habían quedado los más pequeños, y que algunos relatos hablaban de un ser parecido al mono que podía hacer un volcán con sus garras y que agregaba una pata más a las suyas para cazar.

Mucho se dijo al respecto, lo cierto es que los “divulgadores de falsedades” (como el stablishment llamaba a los susodichos consejeros) fueron ridiculizados y luego ejecutados. Hoy por hoy aquellos seres fantásticos, cuya existencia fue objeto de tanta burla, no saben si encerrar a sus antecesores en un museo de ciencias naturales o en una clínica psiquiátrica.

22 de marzo de 2007

LOS ESPAÑOLES NO EXISTEN

(Fragmento de códice maya descifrado por el Departamento de Arqueología de la Asociación de Refutadotes de Leyendas (ARL))

… De modo persistente, las oficinas de la Infantería Maya (IM) reciben denuncias de naves extrañas merodeando nuestras costas. Reportan que poseen un voluminoso tamaño, y que están tripuladas por extraños seres cubiertos con corazas de un material misterioso. En muchos casos, narraciones fantásticas relatan abducciones y hasta abusos sexuales practicados contra sus víctimas por estas enigmáticas criaturas. Un artista irresponsable, Orton Quels, escribió el códice La Guerra de los Mares para referirse a la invasión de estos fantásticos personajes, provocando pánico colectivo y fugas masivas en Tikal, Copán, Palenque y Uaxactun, hasta despoblar por completo estás ciudades. Mientras que charlatanes sin ningún rigor científico, como lo es Qavio Xerpa, hacen circular toda suerte de especies sobre estos presuntos visitantes. Los primeros reportes hablaban de seres rubios que en ocasiones usaban gorros con dos cuernos, luego se registró una intensa oleada en la que supuestos “contactados” afirmaban que provenían de un llamado “Reino de Castilla y Aragón”, y últimamente algunos sostienen que se hacen llamar “españoles”.

A continuación daremos cinco razones que demuestran la falacia de estos testimonios:

  1. Si provinieran de un pueblo tan poderoso, no adorarían a un dios débil que murió clavado en un madero (como cuentan algunos “contactados”)
  2. Dicen que usan complejas indumentarias que les recubre casi todo el cuerpo. Esto demuestra una falta de capacidad para resolver problemas prácticos en aras de una moda extravagante, como lo es, por ejemplo, el caso de las mujeres que deben liberar prontamente el busto para amamantar a sus hijos.
  3. Resulta una evidencia incontrastable, que si viajara tanta gente (como dicen que viaja) en esas embarcaciones, no resistirían y se hundirían.
  4. Los divulgadores de estas creencias dicen que no tienen la asignatura caza en ningún nivel de su sistema educativo. ¿Cómo es posible que una civilización tan desarrollada descuide este conocimiento estratégico para cualquier cultura?
  5. ¿Qué querría de nosotros una comunidad tan avanzada, que seguramente habrá alcanzado un desarrollo espiritual en consonancia con semejante tecnología?

Por estas razones y tantas otras, sumadas a la refutación del 90 % de los avistamientos denunciados, esta comisión llegó a la conclusión que los “españoles” o como digan que se llaman: NO EXISTEN.

(…)

LA TORRE DE BABEL

Tiempo atras, conduciendo mi auto por la ruta 7, veo a una hermosa muchacha haciendo dedo en la banquina. Obviando las advertencias sobre la seguridad, me detengo para que suba.

Dentro del rodado percibo sorprendido que se trataba de una mujer anciana. Lo primero que hace es preguntarme de donde vengo, a lo cual respondo con naturalidad:

- De Buenos Aires.

- Ah… de Babel… –me corrige-

-No le entiendo –balbuceo sorprendido-

-Si, va a ser difícil que comprenda pero lo intentare –continúa diciendo la veterana señora-. Soy antropóloga y trabajo para un proyecto financiado por la Asociación de Refutadotes de Leyendas, que investiga sobre la historicidad del relato bíblico de la Torre de Babel. Me enviaron hace mucho, mucho tiempo a estas tierras, y para mi perplejidad descubro lo que buscaba como si nada hubiera ocurrido desde los lejanos tiempos narrados por las Escrituras. Encuentro al augusto edificio que se erigía rectamente hacia el cielo, y a todos sus ocupantes muy resueltos en la empresa de alcanzarlo (aunque sea por asalto). Pero tenían un gran inconveniente: no se entendían, hablaban lenguas diferentes (tal cual relata el capítulo 11 del Génesis). Para resolverlo decidieron ponerle nombres en común a los distintos ambientes de la torre. De esa manera nace la oficina de nominación de las oficinas, que se vuelve muy poderosa y ocupa -como corresponde a su rango- el piso más alto.

Prontamente surgió un gran problema. Cuando quedó con su respectivo nombre cada espacio disponible, el despacho cercano al cielo para no perder su autoridad deja la vieja aspiración ascendente de la torre, y se dedica nada más que a subdividir y nominar hasta el último recóndito de la imponente construcción. Levantaron tantas, pero tantas paredes, que la estructura del edificio no pudo soportarlo y se derrumbó. Lo peor del caso es que fueron entendiéndose cada vez menos, enajenados por la loca tarea de levantar muros para justificar la existencia de la oficina que nomina a las oficinas que no se nominan a sí mismas. Así quedaron patitiesos y fuera de la dimensión del tiempo, cuando perdieron la única pista que les daba sentido: la recta ascensión al Cielo. Por eso uno tiene que tener cuidado cuando llega a ese sitio, porque puede quedar atrapado en el infierno de la eternidad.

Terminado su relato y más relajado por la disminución del tránsito, la observo. Para mi sorpresa descubro a la muchacha que levanté en la ruta.

En ese exacto momento me pide fuego. Inmediatamente le indico el cartel que está a la altura del acompañante, cuya leyenda en letras rojas dice: PROHIBIDO FUMAR.

Acto seguido se esfuma y nuca más la vuelvo a ver.

15 de marzo de 2007

ACADEMIA DE LATÍN





Pater Noster …

En su benemérita acción evangélica, la Iglesia Católica Apostólica Romana (haciendo honor a su nombre) anuncia el retorno de las misas en Latín para el año 2007. Saldando dolorosa heridas con los hermanos seguidores del Cardenal Lefevre, está dando una lección de identidad institucional volviendo a la tradicional eucaristía tridentina. De tal modo se evitará hablarle a esas mujeres impúdicas que ingresan al templo asomando las demoníacas lunas de los pezones o marcando el relieve de los glúteos, a niños maleducados que deberían estar medicados contra el ADD, a hediondos trabajadores que no usan desodorante, etc., etc. Además contando con la gracia de un Papa teólogo, se resolverá con mejores argumentos que los de la lógica laica la paradoja de Ruseell. Tomando la versión divina que nos interesa, su enunciado puede formularse así: la Iglesia como el conjunto de los creyentes que no se contiene a sí mismo. La primera sugerencia concretita, concretita ante esta encrucijada, sería la siguiente: abrir academias de latín en los barrios. De esa manera tendríamos feligreses capacitados y no legos que un día están con los protestantes y otro día con el rito Umbanda.
El ejemplo brindado por los dignatarios de la doblemente milenaria institución, está guiado por los signos de los tiempos, como ilustraremos a continuación: tomemos el caso de los hinchas de fútbol que ya no tienen que exponerse a la violencia de barras bravas, y pueden ver los partidos mientras se reflejan a si mismos en las tomas que hace Fox Sport de las tribunas, en forma simultanea a la capacitación que reciben con las clases magistrales del Dr. Bilardo y el Bambino Veira. Estos últimos son verdaderos equivalentes de nuestros sacerdotes hablando en latín, evitando la sórdida participación de concurrentes en prácticas sospechadas de heréticas (solo Satanás puede estar detrás de la sustitución del armonio por una vulgar guitarra). En la misma línea: para qué tolerar en los jardines maternales a criaturas que no toman distancia cuando entran al aula, o a niños autistas en escuelas que no les enseñan a hacer la vertical; para qué aceptar médicos que recetan fármacos homeopáticos ¡¡qué hasta pueden llegar a curar!!
Lo importante es que el conjunto de los creyentes que no se contiene a si mismo reciba la bendición urbi et orbe.

Para terminar, ¿como se dice “se acabo la yerba en latín”?: Ultimátum

DERECHOS SIN LEY (*)

Resulta cotidiano revindicar derechos y quejarse por su ausencia (no hay derecho). Pero nadie se pregunta a que ley responden esos derechos. Por otra parte vivimos en la era de los derechos: derechos humanos, derechos del niño, etc., sin embargo observamos que nadie se beneficia con ellos. Si pensamos a los derechos como un conjunto, tendríamos que colegir que es un conjunto vacío ya que no tiene elementos. O sea que hay derechos por todos lados pero no hay nadie habilitado por ellos. Por eso en el transcurso de mi intervención me ocuparé de la proliferación de derechos sin ley (y sin beneficiarios) partiendo de la tesis que la proliferación de lo mismo es la causa de un universo de derechos sin elementos.

Para pensar la proliferación de lo mismo hay que tener en cuenta los cambios ocurridos en la cultura con la modernidad tardía. Por empezar estamos frente a un estado global que, conforme a lo que sostienen sus epígonos más caracterizados, sigue el modelo de la red comunicacional. Tengamos en cuenta que la idea de comunicación no nace de las ciencias sociales sino de la biología. En ese sentido H. Gardner –precursor del cognitivismo- adapta el modelo de la neurona para referirse a las operaciones de una red neural, a partir de un modelo lógico incorporado del cálculo proposicional.
Las redes neurales así concebidas no admiten más que la circulación de lo mismo, es decir de elementos homogéneos que no aceptan ninguna correlación con elementos heterogéneos. Este es el resultado de la concepción de conexión absoluta, que sigue el principio de que lo que está en red existe y lo que está fuera de ella no existe. En esta línea le escuché decir a Raul Zaffaroni que “todo es mensaje”, refiriéndose a una “semiología mafiosa” instalada como práctica institucionalizada, en la que los cadáveres cumplen esta función para hacer conocer una posición o un reclamo.
Dentro de este marco, lo que está fuera de la red que configura el mercado financiero mundial no existe. Así es como los organismos que sirven al capital financiero (FMI, Banco Mundial, etc.) formulan políticas que no contemplan la relación del capital con la producción de bienes, sino que solo apunta a la máxima multiplicación del primero.
La máxima multiplicación de lo mismo, sea el capital financiero, o su otra cara, el derecho, es la fórmula de la proliferación. Su consecuencia es la disolución de los lazos sociales y su paradigma es el cáncer. En este caso se trata de la proliferación una misma célula que ya no responde al código genético. Por esta vertiente observamos que la proliferación del capital financiero no obedece a la acumulación de plus valía, sino a la máxima multiplicación de un valor agregado virtual totalmente desligado de la producción de bienes. De igual modo que los derechos proliferan sin responder a una ley. La consecuencia, como en el cáncer, es la disolución de los tejidos (tejidos sociales, tejidos económicos, etc.) Un modo extremo que tiene el sistema de percibirlo es como una guerra alucinatoria contra los delincuentes.
En el esquema de la red neural, la proliferación de lo mismo es transparente. Tiene esa vocación hegeliana de la identidad absoluta. Por eso nos encontramos con la transparencia del universo de los derechos, que si no fuera por ese “pequeño detalle” de que no tiene beneficiarios sería redondito. En la era de los derechos humanos, entonces, vemos que la proliferación de cuerpos de homo sapiens que han dejado de ser humanos transformaron a ciudades como Buenos Aires en una remake de Calcuta. Mientras que en la era de los derechos del niño, uno de cada cuatro niños argentinos se muere literalmente de hambre.
Por su parte la ley tiene un costado oscuro: la obligación. Si hay ley no hay conjunto completo de los derechos. Y si hay conjunto completo de los derechos, no consiste. Como vimos, proliferan los derechos, todo es derecho (y humano), aunque nadie se beneficie con ellos.

En otro orden, el costado oscuro de la ley es donde el sujeto goza de su síntoma. La orden que ordena el goce corresponde al superyo. Este último enunciado no es redundante, en tanto que si hay orden y no sólo esterilidad del caos es porque el derecho anuda con la ley que ordena en los dos sentidos: prescripción y ordenamiento.

Retomando la noción de red comunicacional, decimos de ella que no ordena los elementos que la constituyen. Por el contrario esos elementos se convierten en descarte, es decir, en ser residual. El paradigma más claro proviene de la ecología. Primero se extermina una especie y luego se pretende volver a construir su presencia. Vemos, por ejemplo, a los científicos de la National Geografic intentando recuperar el cóndor de las montañas rocallosas luego de haber sido exterminado. Esto quiere decir que ya no se trata de descubrir y clasificar lo que está, sino de producirlo en su ser. Así vemos como se hace cada vez más claro el proyecto de una biopolítica que no regule el crecimiento demográfico, sino que construya con recursos de ingeniería genética los habitantes que demande el mercado.
A continuación nos detendremos en pensar como, con el pasaje del descubrimiento y la clasificación a la construcción, el ser del ente (que es, en la torsión final del pensamiento metafísico) se convierte en un residuo.
La historia de occidente, según M. Heidegger, comienza con el asombro de los primeros pensadores poetas por el desocultamiento del ser. Un desocultamiento que en la morada humana del poetizar era simultáneamente un ocultamiento. Siguiendo al filósofo citado así comienza la historia del pensamiento occidental, que rápidamente olvida la pregunta originaria por el ser (precipitada por el asombro de su desocultamiento) en beneficio del ente (a partir de la identidad planteada para garantizar su presencia, con la fórmula: el ser del ente que es). O sea que en beneficio de asegurar una presencia sin ocultamiento (a la mano), en el transcurso de esta historia se llega a la técnica moderna y su hacer salir de lo oculto a la Naturaleza como objeto de investigación. En este sentido dice: “A aquella interpelación que provoca, que coliga al hombre a solicitar lo que sale de lo oculto como existencias, lo llamamos ahora la estructura de emplazamiento (Ge-stell). (M. Heidegger, 1994: p. 21). Con la modernidad “la entidad del ente es pensada como presencia para el representar asegurador” (M. Heidegger, 1994: p. 66) Por nuestra cuenta afirmamos que para asegurar la dimensión de la presencia, con la modernidad tardía se ha pasado del hacer salir de lo oculto a la Naturaleza como objeto de investigación, a su construcción lisa y llana. Así nos encontramos con que “el representar asegurador” se ha desligado de la presentación (el desocultamiento, según Heidegger), en tanto que esta última se ha constituido en una proliferación de lo mismo, a saber, el ser residual del ente que es liberado de todo pensamiento. Asegurar su presencia hasta las últimas consecuencias –como veremos- conduce al caos más radical.
Durante la modernidad temprana el descubrimiento, o sea el hacer salir de lo oculto, necesitaba de una estructura de emplazamiento en la que se clasificaban los entes, en tanto que la modernidad tardía la ha dejado como un conjunto vacío en cuyas márgenes prolifera el ser residual ajeno a toda clasificación. En este marco se libra una guerra alucinatoria contra un enemigo siniestro (en el sentido freudiano) ajeno a toda posibilidad de pensamiento para los recursos modernos. Por este sesgo, la “aldea global” es una ciudad virtual asediada por la barbarie del homo sapiens que ha dejado de ser humano, mientras que de lo humano sólo han quedado derechos para nadie.
Dentro de esta línea el manipuleo técnico de la vida, cuyo resultado final es su construcción, lleva a que no sólo se revindique el derecho a la vida, sino también el derecho a la muerte. En este punto se encuentran los debates sobre bioética. Por ejemplo en distintos estados de Norteamérica está legalizado el suicidio asistido y figura entre los servicios que prestan los seguros de salud. O en Suiza, en la ciudad de Zurich, existe un servicio denominado “Weekend de la muerte” en el que se le garantiza al cliente que en un fin de semana muere. Es importante tener en cuenta que este tipo de prestaciones no sólo está orientado a enfermos terminales, sino también a aquellos con buenos argumentos como para revindicar su derecho a la muerte, por ejemplo los que padecen de depresiones endógenas severas.
La construcción como base del manipuleo técnico de la vida, conduce a que el habitante del universo de los derechos, sea en realidad un descarte que no puede ingresar a su ciudadela. Cada uno de nosotros lo es, aunque sean los marginales económicos los que están advertidos de esta situación. Por su parte desde la ciudadela virtual, los medios de comunicación no cesan de trasmitir el mensaje que no nos queda otra cosa que encomendarnos a nuestros derechos, mientras que simultáneamente –en un dislate total- nos caen los cadáveres como mensajes de la “semiología mafiosa”. Así es como en medio del derrumbe del pensamiento moderno llegamos a la siguiente paradoja: solamente tenemos derecho al derecho.

Es decir que tenemos derecho a observar en esos muros de la ciudadela virtual que son los monitores, el prodigio de los derechos que nos asisten.

(*) Trabajo presentado en la Primera Jornada de la Cátedra de Criminología de la Facultad de Psicología / UBA. 40ª Aniversario. 28-06-03

BIBLIOGRAFÍA
AAVV. (2002): “Conmemorando a Martín Heidegger”, compilación: Rogelio Fernández Couto, Letra Viva, Buenos Aires. Freud, S. (1973): “Tótem y Tabú” en “Obras Completas”, Tomo II, Biblioteca Nueva, Madrid. Freud, S (1973): “Lo siniestro” en “Obras Completas”, Tomo III, Biblioteca Nueva, Madrid. Gardner, H. (1988): “La nueva ciencia de la mente”, Paidos, Barcelona. Heidegger, M. (1994): “La pregunta por la técnica” en “Conferencias y artículos”, Ediciones de Serbal, Barcelona. Heidegger, M. (1994): “Superación de la metafísica” en “Conferencias y artículos”, Ídem. Lewkowicz, I (2004): “Pensar sin estado”, Paidos, Buenos Aires. Toffler, A. (1990): “Los cambios del poder”, Plaza & Janes, Barcelona. Zerba, D. (1996): “El psicoanálisis en el sistema carcelario” en “El mal – estar en el sistema carcelario”, compilación: Diego Zerba y María Massa, El Otro, Buenos Aires. Zerba, D. (1998): “El psicoanálisis en el sistema carcelario II” en “Síntomas Carcelarios. El estado contraataca”, compilación: Diego Zerba y María Massa, Buenos Aires.

8 de marzo de 2007

OPERACIÓN TEATRAL

Dice Gilles Deleuze que en contraposición a la conciencia: “La operación mucho mas teatral y dramática mediante la cual curamos, y también mediante la cual no curamos posee un nombre, la transferencia” (Deleuze, 1995: 87).
En oposición a la concepción platónica del Eros, Deleuze da un giro de tuerca y no habla de la falsa apariencia de lo sensible con relación a la Idea, sino que duplica la apuesta y formula la falsedad de la falsa apariencia, a saber, el simulacro. Sobre la premisa de esta doble falsedad, la transferencia posee su verdad en el simulacro a partir del cual: “Los disfraces y las variantes, las máscaras o los travestis, no se colocan por encima, sino que por él son elementos genéticos internos de la repetición, sus partes integrantes y constituyentes (Deleuze, 1995: 83).

Durante el transcurso de este desarrollo no haré hincapié en las objeciones que Deleuze le plantea a Sigmund Freud, sino en como Donald Winnicott rescata (tal vez sin saberlo) algunas formulaciones de Deleuze dentro de su práctica. Tomando estas coincidencias causales o no, así como este último se dirige en su condición de filósofo a Freud, construiré una ficción de diálogo en la que Winnicott le habla a Deleuze desde su lugar de psicoanalista.

Winnicott inaugura una clínica distinta a la de Freud. La llama clínica de los pacientes no freudianos y la distingue de la anterior porque presenta variaciones clínicas de la transferencia (Winnicott, 2006). Mientras que la práctica freudiana trabaja con pacientes en los cuales se da por descontada la estructuración de la experiencia y con ella de la continuidad existencial en los primeros meses de la vida (por eso Freud la pone a cuenta de una metapsicología más allá del fenómeno y como condición de posibilidad del mismo), por su parte los pacientes no freudianos son el resultado de las perturbaciones en este desarrollo primario. Con la lupa del filósofo Deleuze pone a prueba el planteamiento kantiano de la metapsicología freudiana, indicando que la repetición como insistencia de la pulsión de muerte que conduce a un estado originario de disolución es un principio trascendental; en tanto que Winnicott con la oreja del analista redefine la metapsicología en términos operativos, planteando la necesidad de los abastecimientos ambientales tempranos para el desarrollo de la estructuración subjetiva en la conjunción de la experiencia y la continuidad existencial. Avanzando por esta ruta resulta indispensable recordar que en los escritos técnicos, Freud afirma que la repetición es un acto en el que se repite sin saber lo que se repite (Freud, 1973 a). En tanto que Deleuze no hace distinciones entre la diferencia de la repetición, y lo mismo que vuelve como objeto de la transferencia para continuar sin saberse hasta que no finalice el análisis. No recaba en este punto porque es propio de la escena analítica y no del theatrum philosphicum (como llama Michel Foucault al montaje filosófico de Deleuze).
Deleuze impugna la tradición filosófica que comienza con la Idea platónica y conduce al concepto de diferencia, para afirmar que la diferencia es inmanente al concepto. En tal sentido no es que pensamos a partir de la Idea, sino que la misma Idea está desbalanceada por el exceso que le pone la diferencia. O sea que en el principio no tenemos la luz que nos guía para salir de la caverna (como en la alegoría platónica), sino el relampagueo que el cortocircuito de la diferencia le pone a la Idea y nos hace ir un día para un lado y al día siguiente para el otro. Dentro del planteamiento filosófico hay ahí una posición radicalmente antitrascendenatal. Es decir que para Deleuze, ni los esclavos de la caverna liberados de las cadenas marchan hacia el esclarecimiento, ni los Reyes Magos siguen la estrella que los lleva al Niño Dios. En síntesis: Deleuze no cree en los Reyes.

Puede advertirse que la operación teatral deleuziana no es el concepto de teatro que surge a partir de un rastreo genealógico desde su origen griego, o por las diversas concepciones de los dramaturgos (para citar dos ejemplos contrarios a esta línea), sino que es la propia estofa del cambio de máscaras. Siguiendo el pensar de este autor francés el concepto está embargado por el exceso de Idea que establece la diferencia, imponiendo en la operación teatral una repetición que no se cierra en lo mismo sino que se abre a lo Otro. Es decir repetición de máscaras sin nada detrás .... salvo otra máscara. Para Freud, como vimos, lo mismo es el objeto de la transferencia que por no saberse actualiza la repetición. Por ejemplo la mirada de los lobos en la Historia de una neurosis infantil (Freud, 1973 b).
Volviendo a Winnicott, el simulacro de las máscaras que se repiten es el juego. Es la falsedad de la falsa apariencia que nos convierte en sus creadores. Entonces la verdad radica en un Otro de mentira siempre Otro, siempre máscara. Cuando el niño no tiene posición en el juego y es irremediablemente jugado, la operación teatral de la transferencia cura en el momento que el niño añade a la escena del mundo (que es la escena del juego, o sea la del Otro de mentira) su propia escena, es decir su propia posición de jugador. A partir de ese instante la transferencia comanda la repetición desde otra escena.

En el último tramo de este desarrollo me remitiré específicamente a la prometida ficción de diálogo entre Winnicott y Deleuze.
La clínica winnicottiana se diferencia de la clínica freudiana porque se ocupa de una gama de pacientes, que a diferencia de las neuróticas y neuróticos de Freud están entre ser jugados por el Otro de mentira y mentirle a ese Otro de mentira desde una posición de jugador. Cuando esta posición se instituye, Winnicott le diría a Deleuze (triplicando la apuesta) que el simulacro pasa a ser simulacro a la segunda potencia, es decir la falsedad falsamente falsa de la apariencia. Ese es el punto de la cura en la variación winnicottiana de la transferencia.

Para finalizar dejo mi sospecha de cómo Winnicott concluiría su diálogo con Deleuze: “Gilles, los Reyes Magos existen pero en vez de llegar a la esperada cuna de oro de un príncipe llegan a un pesebre. ‘¿A usted que se le ocurre?’ le diría el analista a Gaspar en la sesión siguiente al percance en Belén”.

Bibliografía

Deleuze, G. (1989). Lógica del sentido, Paidos, Barcelona. Deleuze, G. (1995): Repetición y diferencia, Anagrama, Barcelona. Focault, M. (1995): Theatrum Philosophicum, Anagrama, Barcelona. Freud, S. (1973 a): Recuerdo, repetición y elaboración en Obras Completas Tomo 2, Biblioteca Nueva, Madrid. Freud, S (1973 b): Historia de una neurosis infantil en Obras Completas Tomo 2, Ídem. Winnicott, D. (1986): Realidad y juego, Gedisa, Barcelona. Winnicott, D. (2006): Variaciones clínicas de la transferencia en Escritos de pediatría y psicoanálisis, Paidos, Barcelona.




Diego Zerba

Diego Adrián Zerba nació el 11 de enero de 1953 en la Ciudad de Buenos Aires. Es Licenciado en Psicología, Psicoanalista, Profesor Adjunto de la materia Psicoanálisis: Freud y docente en Psicoanálisis: Escuela Inglesa de la Facultad de Psicología / UBA. Profesor Adjunto en la materia Psicología del Ciclo Básico Común / UBA. Director del Centro Asistencial FUBA XXII. Supervisor de instituciones clínicas y educativas. Autor de numerosos artículos publicados en revistas y libros de distintos géneros. Autor de los libros La estructuración subjetiva. Pensar las psicosis infantiles (JVE, 2005) y Aldea Panóptica. Ideas – Situaciones - Prácticas. Compilador, junto a María Massa, de los libros: El mal – estar en el sistema carcelario (El Otro, 1996) y Síntomas carcelarios. El estado contraataca (Letra Viva, 1998).
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