15 de marzo de 2007

DERECHOS SIN LEY (*)

Resulta cotidiano revindicar derechos y quejarse por su ausencia (no hay derecho). Pero nadie se pregunta a que ley responden esos derechos. Por otra parte vivimos en la era de los derechos: derechos humanos, derechos del niño, etc., sin embargo observamos que nadie se beneficia con ellos. Si pensamos a los derechos como un conjunto, tendríamos que colegir que es un conjunto vacío ya que no tiene elementos. O sea que hay derechos por todos lados pero no hay nadie habilitado por ellos. Por eso en el transcurso de mi intervención me ocuparé de la proliferación de derechos sin ley (y sin beneficiarios) partiendo de la tesis que la proliferación de lo mismo es la causa de un universo de derechos sin elementos.

Para pensar la proliferación de lo mismo hay que tener en cuenta los cambios ocurridos en la cultura con la modernidad tardía. Por empezar estamos frente a un estado global que, conforme a lo que sostienen sus epígonos más caracterizados, sigue el modelo de la red comunicacional. Tengamos en cuenta que la idea de comunicación no nace de las ciencias sociales sino de la biología. En ese sentido H. Gardner –precursor del cognitivismo- adapta el modelo de la neurona para referirse a las operaciones de una red neural, a partir de un modelo lógico incorporado del cálculo proposicional.
Las redes neurales así concebidas no admiten más que la circulación de lo mismo, es decir de elementos homogéneos que no aceptan ninguna correlación con elementos heterogéneos. Este es el resultado de la concepción de conexión absoluta, que sigue el principio de que lo que está en red existe y lo que está fuera de ella no existe. En esta línea le escuché decir a Raul Zaffaroni que “todo es mensaje”, refiriéndose a una “semiología mafiosa” instalada como práctica institucionalizada, en la que los cadáveres cumplen esta función para hacer conocer una posición o un reclamo.
Dentro de este marco, lo que está fuera de la red que configura el mercado financiero mundial no existe. Así es como los organismos que sirven al capital financiero (FMI, Banco Mundial, etc.) formulan políticas que no contemplan la relación del capital con la producción de bienes, sino que solo apunta a la máxima multiplicación del primero.
La máxima multiplicación de lo mismo, sea el capital financiero, o su otra cara, el derecho, es la fórmula de la proliferación. Su consecuencia es la disolución de los lazos sociales y su paradigma es el cáncer. En este caso se trata de la proliferación una misma célula que ya no responde al código genético. Por esta vertiente observamos que la proliferación del capital financiero no obedece a la acumulación de plus valía, sino a la máxima multiplicación de un valor agregado virtual totalmente desligado de la producción de bienes. De igual modo que los derechos proliferan sin responder a una ley. La consecuencia, como en el cáncer, es la disolución de los tejidos (tejidos sociales, tejidos económicos, etc.) Un modo extremo que tiene el sistema de percibirlo es como una guerra alucinatoria contra los delincuentes.
En el esquema de la red neural, la proliferación de lo mismo es transparente. Tiene esa vocación hegeliana de la identidad absoluta. Por eso nos encontramos con la transparencia del universo de los derechos, que si no fuera por ese “pequeño detalle” de que no tiene beneficiarios sería redondito. En la era de los derechos humanos, entonces, vemos que la proliferación de cuerpos de homo sapiens que han dejado de ser humanos transformaron a ciudades como Buenos Aires en una remake de Calcuta. Mientras que en la era de los derechos del niño, uno de cada cuatro niños argentinos se muere literalmente de hambre.
Por su parte la ley tiene un costado oscuro: la obligación. Si hay ley no hay conjunto completo de los derechos. Y si hay conjunto completo de los derechos, no consiste. Como vimos, proliferan los derechos, todo es derecho (y humano), aunque nadie se beneficie con ellos.

En otro orden, el costado oscuro de la ley es donde el sujeto goza de su síntoma. La orden que ordena el goce corresponde al superyo. Este último enunciado no es redundante, en tanto que si hay orden y no sólo esterilidad del caos es porque el derecho anuda con la ley que ordena en los dos sentidos: prescripción y ordenamiento.

Retomando la noción de red comunicacional, decimos de ella que no ordena los elementos que la constituyen. Por el contrario esos elementos se convierten en descarte, es decir, en ser residual. El paradigma más claro proviene de la ecología. Primero se extermina una especie y luego se pretende volver a construir su presencia. Vemos, por ejemplo, a los científicos de la National Geografic intentando recuperar el cóndor de las montañas rocallosas luego de haber sido exterminado. Esto quiere decir que ya no se trata de descubrir y clasificar lo que está, sino de producirlo en su ser. Así vemos como se hace cada vez más claro el proyecto de una biopolítica que no regule el crecimiento demográfico, sino que construya con recursos de ingeniería genética los habitantes que demande el mercado.
A continuación nos detendremos en pensar como, con el pasaje del descubrimiento y la clasificación a la construcción, el ser del ente (que es, en la torsión final del pensamiento metafísico) se convierte en un residuo.
La historia de occidente, según M. Heidegger, comienza con el asombro de los primeros pensadores poetas por el desocultamiento del ser. Un desocultamiento que en la morada humana del poetizar era simultáneamente un ocultamiento. Siguiendo al filósofo citado así comienza la historia del pensamiento occidental, que rápidamente olvida la pregunta originaria por el ser (precipitada por el asombro de su desocultamiento) en beneficio del ente (a partir de la identidad planteada para garantizar su presencia, con la fórmula: el ser del ente que es). O sea que en beneficio de asegurar una presencia sin ocultamiento (a la mano), en el transcurso de esta historia se llega a la técnica moderna y su hacer salir de lo oculto a la Naturaleza como objeto de investigación. En este sentido dice: “A aquella interpelación que provoca, que coliga al hombre a solicitar lo que sale de lo oculto como existencias, lo llamamos ahora la estructura de emplazamiento (Ge-stell). (M. Heidegger, 1994: p. 21). Con la modernidad “la entidad del ente es pensada como presencia para el representar asegurador” (M. Heidegger, 1994: p. 66) Por nuestra cuenta afirmamos que para asegurar la dimensión de la presencia, con la modernidad tardía se ha pasado del hacer salir de lo oculto a la Naturaleza como objeto de investigación, a su construcción lisa y llana. Así nos encontramos con que “el representar asegurador” se ha desligado de la presentación (el desocultamiento, según Heidegger), en tanto que esta última se ha constituido en una proliferación de lo mismo, a saber, el ser residual del ente que es liberado de todo pensamiento. Asegurar su presencia hasta las últimas consecuencias –como veremos- conduce al caos más radical.
Durante la modernidad temprana el descubrimiento, o sea el hacer salir de lo oculto, necesitaba de una estructura de emplazamiento en la que se clasificaban los entes, en tanto que la modernidad tardía la ha dejado como un conjunto vacío en cuyas márgenes prolifera el ser residual ajeno a toda clasificación. En este marco se libra una guerra alucinatoria contra un enemigo siniestro (en el sentido freudiano) ajeno a toda posibilidad de pensamiento para los recursos modernos. Por este sesgo, la “aldea global” es una ciudad virtual asediada por la barbarie del homo sapiens que ha dejado de ser humano, mientras que de lo humano sólo han quedado derechos para nadie.
Dentro de esta línea el manipuleo técnico de la vida, cuyo resultado final es su construcción, lleva a que no sólo se revindique el derecho a la vida, sino también el derecho a la muerte. En este punto se encuentran los debates sobre bioética. Por ejemplo en distintos estados de Norteamérica está legalizado el suicidio asistido y figura entre los servicios que prestan los seguros de salud. O en Suiza, en la ciudad de Zurich, existe un servicio denominado “Weekend de la muerte” en el que se le garantiza al cliente que en un fin de semana muere. Es importante tener en cuenta que este tipo de prestaciones no sólo está orientado a enfermos terminales, sino también a aquellos con buenos argumentos como para revindicar su derecho a la muerte, por ejemplo los que padecen de depresiones endógenas severas.
La construcción como base del manipuleo técnico de la vida, conduce a que el habitante del universo de los derechos, sea en realidad un descarte que no puede ingresar a su ciudadela. Cada uno de nosotros lo es, aunque sean los marginales económicos los que están advertidos de esta situación. Por su parte desde la ciudadela virtual, los medios de comunicación no cesan de trasmitir el mensaje que no nos queda otra cosa que encomendarnos a nuestros derechos, mientras que simultáneamente –en un dislate total- nos caen los cadáveres como mensajes de la “semiología mafiosa”. Así es como en medio del derrumbe del pensamiento moderno llegamos a la siguiente paradoja: solamente tenemos derecho al derecho.

Es decir que tenemos derecho a observar en esos muros de la ciudadela virtual que son los monitores, el prodigio de los derechos que nos asisten.

(*) Trabajo presentado en la Primera Jornada de la Cátedra de Criminología de la Facultad de Psicología / UBA. 40ª Aniversario. 28-06-03

BIBLIOGRAFÍA
AAVV. (2002): “Conmemorando a Martín Heidegger”, compilación: Rogelio Fernández Couto, Letra Viva, Buenos Aires. Freud, S. (1973): “Tótem y Tabú” en “Obras Completas”, Tomo II, Biblioteca Nueva, Madrid. Freud, S (1973): “Lo siniestro” en “Obras Completas”, Tomo III, Biblioteca Nueva, Madrid. Gardner, H. (1988): “La nueva ciencia de la mente”, Paidos, Barcelona. Heidegger, M. (1994): “La pregunta por la técnica” en “Conferencias y artículos”, Ediciones de Serbal, Barcelona. Heidegger, M. (1994): “Superación de la metafísica” en “Conferencias y artículos”, Ídem. Lewkowicz, I (2004): “Pensar sin estado”, Paidos, Buenos Aires. Toffler, A. (1990): “Los cambios del poder”, Plaza & Janes, Barcelona. Zerba, D. (1996): “El psicoanálisis en el sistema carcelario” en “El mal – estar en el sistema carcelario”, compilación: Diego Zerba y María Massa, El Otro, Buenos Aires. Zerba, D. (1998): “El psicoanálisis en el sistema carcelario II” en “Síntomas Carcelarios. El estado contraataca”, compilación: Diego Zerba y María Massa, Buenos Aires.

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Diego Zerba

Diego Adrián Zerba nació el 11 de enero de 1953 en la Ciudad de Buenos Aires. Es Licenciado en Psicología, Psicoanalista, Profesor Adjunto de la materia Psicoanálisis: Freud y docente en Psicoanálisis: Escuela Inglesa de la Facultad de Psicología / UBA. Profesor Adjunto en la materia Psicología del Ciclo Básico Común / UBA. Director del Centro Asistencial FUBA XXII. Supervisor de instituciones clínicas y educativas. Autor de numerosos artículos publicados en revistas y libros de distintos géneros. Autor de los libros La estructuración subjetiva. Pensar las psicosis infantiles (JVE, 2005) y Aldea Panóptica. Ideas – Situaciones - Prácticas. Compilador, junto a María Massa, de los libros: El mal – estar en el sistema carcelario (El Otro, 1996) y Síntomas carcelarios. El estado contraataca (Letra Viva, 1998).
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