25 de julio de 2008

HABLADURÍAS

De la identidad institucional al comunismo del espíritu

Diego Zerba

A los amigos uruguayos que toman mate y piensan

La referencia a Martín Heidegger, que le da título a este desarrollo, nunca tuvo tanta presencia social como la que ha logrado en nuestra época. Lo cual nos debe prevenir para no volver a lugares comunes por demás transitados, a saber, habladurías de habladurías sin comprender de lo que hablamos. Por eso –casi como una alerta- en el presente trabajo me ocuparé de definir al habladuriante como mutación del hablante. Para ello recurriré a algunas categorías de Heidegger, ubicándolas en el viraje que media entre sus trabajos Ser y tiempo (1927) y Tiempo y Ser (1962). Señalo inicialmente –para luego extenderme- que en dicho periplo, de una manera retrospectiva, puede apreciarse el giro que hace de la fundamentación de la metafísica al acontecer como el ser que se da. Como primera ampliación al respecto tomo su definición de giro, tal como se la expone a William Richardson en una carta que le escribe pocos meses antes de la conferencia Tiempo y Ser. Dice en dicha misiva: “Cuando se tiene voluntad de repensar correspondientemente lo que ya se ha dicho sobre ello, en vez de poner en circulación continuamente afirmaciones sin fundamento” (Heidegger, 1984: 5) cuando se tiene v

Partiendo de pensar la mutación indicada, pretendo virar hacia la devastación de las prácticas que se corrobora cotidianamente.

Comienzo con la siguiente cita de Ser y Tiempo:

“La falta de base no cierra a las habladurías la entrada en la publicidad, sino que la favorece. Las habladurías son la posibilidad de comprenderlo todo sin previa apropiación de la cosa. Las habladurías preservan incluso del peligro en semejante apropiación. Las habladurías, con las que puede arramblar cualquiera, no solo desligan de la obligación de llegar a un genuino comprender, sino que desarrollan una indiferente comprensibilidad a la que nada le es ya cerrado” (Heidegger, 1951: 188).

Un habladuriante, entonces, es aquel que se preserva del peligro implicado en la apropiación de la cosa, reemplazando un genuino comprender por la indiferente comprensibilidad derivada de la pérdida de la responsabilidad en la palabra.

¿Cuál es el peligro agazapado en la cosa, que torna tan intimidante a su apropiación? ¿Qué es un genuino comprender?

Dice en 1951 respecto al primer interrogante:

“Lo terrible (Entsetzende) es aquello que saca a todo lo que es de su esencia primitiva. Se muestra y se oculta en el modo como todo es presente, a saber, en el hecho de que, a pesar de haber superado todas las distancias, la cercanía de aquello que es sigue estando ausente” (Heidegger, 1994: 144).

En la primera cita, Heidegger se refiere a que el habla no logra “la primaria relación del ‘ser relativamente al ente de que se habla’” (Heidegger, 1951: 187). Por entonces piensa el ser como la diferencia ontológica en la fundamentación del ente, pero deja de lado lo que es propio del ser, a saber, lo impensado. Mientras que en la conferencia Tiempo y Ser –treinta y cinco años después- reemplaza su preocupación centrada en el ser-fundamento del ente, por la búsqueda de la huella de lo impensado en lo pensado de la metafísica. Es decir que en el mismo desarrollo de su pensamiento se produce el viraje, que se presenta, como veremos a continuación, con un paso atrás del ser que se da. Curiosa forma de donación, esta que se retrae y simultáneamente se devela en su rehusarse. O sea que el ser ilumina en su propio ausentarse.

El catedrático colombiano Carlos Másmela traduce al español como acontecimiento apropiador, el intraducible ereignis acuñado por Heidegger. El acontecimiento apropiador orienta el retroceso tras el cual se dirige el pensar, tornándolo en lo más propio de sí. Así el pensar está lanzando a una búsqueda de la ausencia que no cesa de perder, como Orfeo cuando intenta rescatar a Eurídices del Hades. Se trata de un rescate desahuciado de aquello que pueda lograse tener, para serle fiel a la verdad del ser que se oculta detrás de su luz. En esta senda Heidegger ubica su idea de pobreza separada de una oposición con la riqueza, a la que define como un voto que ha elegido lo simple. La pobreza, entonces, no se trata de la carencia que en la indigencia se aferra a la riqueza, perdiendo la brújula de acontecimiento apropiador.

Dando testimonio del viraje de su pensar, el 27 de Junio de 1945, Heidegger le habla sobre este particular a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Friburgo, como cierre de un singular semestre de verano en la cantina del castillo de Wildenstein, mientras los aliados iban tomando posiciones en una Alemania rendida, y ninguno de los que allí estaban sabía cual iba a ser su destino. Le puso como epígrafe a su discurso (con tono de homilía) la siguiente cita de Johann Hölderlin: “Entre nosotros, todo se concentra sobre lo espiritual, nos hemos vuelto pobres para llegar a ser ricos”. En su despliegue abre una conversación que imprevistamente convoca a Carlos Marx, al decir que la pobreza no queda definida por la carencia de bienes que satisfagan necesidades apremiantes sino por la simpleza del origen. Mientras que lo apremiante de la necesidad instala la dialéctica del tener o no tener riqueza, lo simple de un comienzo libera al no servir para nada y estar desposeído de toda utilidad. Así funda una economía antihegeliana prescindiendo de la relación negativa con su opuesto, cuya condición es la pura afirmación. Semejante conversación sobre el fondo de las tropas francesas que comenzaban a ocupar los territorios próximos de Alsacia y Lorena, se vuelve intempestiva (en el sentido nietzscheano) al quedar concernido el Evangelio en el sentido más terrible: aquello que saca todo lo que es de su esencia más primitiva. El joven rico y pobre en su prisión de tener o no tener, no acepta el reto de volver a la simpleza del origen -dejándolo todo para comenzar el viraje- con el paso atrás del acontecimiento apropiador.

La resonancia de la palabra se juega en lo desértico y terrible de un nosotros que vira en una comprensión indefectiblemente trunca. Por ese sesgo la pobreza también puede llamarse deseo de política -tomando una suscitante idea de Alejandro Lezama- y ubicárselo en el lugar de la condición del nosotros. Los hablantes que lo constituyen no escapan al paso atrás de lo impensado, como si lo hacen los habladuriantes en beneficio de la comprensibilidad general de la comunicación. A cambio de entender, los habladuriantes se entienden; en reemplazo de un nosotros, solo alcanzan la identidad institucional en la que claudica el deseo de política.

Paolo Virno rescata la referencia de Heidegger a la habladuría, para hablar sobre la industria de la comunicación. Ella no es un genuino comprender que llega al límite de lo impensado en lo pensado, sino que se trata del espectáculo de la comprensibilidad general sostenido en la mass media. Un hablar (o más bien un habladuriar) que no es más que su exposición pública sin otro valor que su capacidad de circular, haciendo rebosar a la telefonía celular y las computadoras. En la medida que domina la habladuría, las prácticas ceden el genuino comprender como apropiación de la cosa y con él la posibilidad de su lectura y balance. Es decir la puntuación de su gramática posibilitada por el paso atrás de lo impensado.

En la pobreza de la cantina del castillo de Wildenstein, Heidegger da el punto clave del viraje saliendo de la red de habladurías que le daban identidad institucional con el régimen nazi. Una red que encarna la maquinaria del habladuriar ponderada por Virno, testimoniando así acerca de una vigencia ominosa. Por otro sesgo Heidegger vira de la Germania en la que creía anudar su filiación con Hölderlin, para pensar esta última en la simpleza del origen de Occidente (no del pueblo alemán), a saber, el pensar poético que responsabiliza a la palabra en el ausentarse de la cosa. Paso atrás del que nos queda la afirmación del comunismo del espíritu: nietzscheano y evangélico.


Bibliografía

Heidegger, M. (1951): El ser y el tiempo, Buenos Aires, FCE de Argentina.

Heidegger, M. (1984) Carta-prólogo a Heidegger. Through Phenomenology to Thought, de William Richardson, Traducción de Pablo Oyarzun Robles, Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

Heidegger, M. (1994): La cosa en Conferencias y artículos Tomo V, Barcelona, Serval.

Heidegger, M. (2006): La pobreza (con presentación de Philippe Lacoue – Labarthe), Buenos Aires, Amorrortu.

Másmela, C. (2000): Martín Heidegger: El tiempo del Ser, Madrid, Trotta.

Rodríguez García, R. (1991): Heidegger y la crisis de la época moderna, Madrid, Cincel.

Virno, P. (2003): Gramática de la multitud, Buenos Aires, Colihue.

Zerba, D. (2007): Aldea Panóptica. Ideas – Situaciones – Prácticas, Buenos Aires, JVE.





Diego Zerba

Diego Adrián Zerba nació el 11 de enero de 1953 en la Ciudad de Buenos Aires. Es Licenciado en Psicología, Psicoanalista, Profesor Adjunto de la materia Psicoanálisis: Freud y docente en Psicoanálisis: Escuela Inglesa de la Facultad de Psicología / UBA. Profesor Adjunto en la materia Psicología del Ciclo Básico Común / UBA. Director del Centro Asistencial FUBA XXII. Supervisor de instituciones clínicas y educativas. Autor de numerosos artículos publicados en revistas y libros de distintos géneros. Autor de los libros La estructuración subjetiva. Pensar las psicosis infantiles (JVE, 2005) y Aldea Panóptica. Ideas – Situaciones - Prácticas. Compilador, junto a María Massa, de los libros: El mal – estar en el sistema carcelario (El Otro, 1996) y Síntomas carcelarios. El estado contraataca (Letra Viva, 1998).
Powered By Blogger