De la identidad institucional al comunismo del espíritu
Diego Zerba
A los amigos uruguayos que toman mate y piensan
La referencia a Martín Heidegger, que le da título a este desarrollo, nunca tuvo tanta presencia social como la que ha logrado en nuestra época. Lo cual nos debe prevenir para no volver a lugares comunes por demás transitados, a saber, habladurías de habladurías sin comprender de lo que hablamos. Por eso –casi como una alerta- en el presente trabajo me ocuparé de definir al habladuriante como mutación del hablante. Para ello recurriré a algunas categorías de Heidegger, ubicándolas en el viraje que media entre sus trabajos Ser y tiempo (1927) y Tiempo y Ser (1962). Señalo inicialmente –para luego extenderme- que en dicho periplo, de una manera retrospectiva, puede apreciarse el giro que hace de la fundamentación de la metafísica al acontecer como el ser que se da. Como primera ampliación al respecto tomo su definición de giro, tal como se la expone a William Richardson en una carta que le escribe pocos meses antes de la conferencia Tiempo y Ser. Dice en dicha misiva: “Cuando se tiene voluntad de repensar correspondientemente lo que ya se ha dicho sobre ello, en vez de poner en circulación continuamente afirmaciones sin fundamento” (Heidegger, 1984: 5) cuando se tiene v
Partiendo de pensar la mutación indicada, pretendo virar hacia la devastación de las prácticas que se corrobora cotidianamente.
Comienzo con la siguiente cita de Ser y Tiempo:
“La falta de base no cierra a las habladurías la entrada en la publicidad, sino que la favorece. Las habladurías son la posibilidad de comprenderlo todo sin previa apropiación de la cosa. Las habladurías preservan incluso del peligro en semejante apropiación. Las habladurías, con las que puede arramblar cualquiera, no solo desligan de la obligación de llegar a un genuino comprender, sino que desarrollan una indiferente comprensibilidad a la que nada le es ya cerrado” (Heidegger, 1951: 188).
Un habladuriante, entonces, es aquel que se preserva del peligro implicado en la apropiación de la cosa, reemplazando un genuino comprender por la indiferente comprensibilidad derivada de la pérdida de la responsabilidad en la palabra.
¿Cuál es el peligro agazapado en la cosa, que torna tan intimidante a su apropiación? ¿Qué es un genuino comprender?
Dice en 1951 respecto al primer interrogante:
“Lo terrible (Entsetzende) es aquello que saca a todo lo que es de su esencia primitiva. Se muestra y se oculta en el modo como todo es presente, a saber, en el hecho de que, a pesar de haber superado todas las distancias, la cercanía de aquello que es sigue estando ausente” (Heidegger, 1994: 144).
En la primera cita, Heidegger se refiere a que el habla no logra “la primaria relación del ‘ser relativamente al ente de que se habla’” (Heidegger, 1951: 187). Por entonces piensa el ser como la diferencia ontológica en la fundamentación del ente, pero deja de lado lo que es propio del ser, a saber, lo impensado. Mientras que en la conferencia Tiempo y Ser –treinta y cinco años después- reemplaza su preocupación centrada en el ser-fundamento del ente, por la búsqueda de la huella de lo impensado en lo pensado de la metafísica. Es decir que en el mismo desarrollo de su pensamiento se produce el viraje, que se presenta, como veremos a continuación, con un paso atrás del ser que se da. Curiosa forma de donación, esta que se retrae y simultáneamente se devela en su rehusarse. O sea que el ser ilumina en su propio ausentarse.
El catedrático colombiano Carlos Másmela traduce al español como acontecimiento apropiador, el intraducible ereignis acuñado por Heidegger. El acontecimiento apropiador orienta el retroceso tras el cual se dirige el pensar, tornándolo en lo más propio de sí. Así el pensar está lanzando a una búsqueda de la ausencia que no cesa de perder, como Orfeo cuando intenta rescatar a Eurídices del Hades. Se trata de un rescate desahuciado de aquello que pueda lograse tener, para serle fiel a la verdad del ser que se oculta detrás de su luz. En esta senda Heidegger ubica su idea de pobreza separada de una oposición con la riqueza, a la que define como un voto que ha elegido lo simple. La pobreza, entonces, no se trata de la carencia que en la indigencia se aferra a la riqueza, perdiendo la brújula de acontecimiento apropiador.
La resonancia de la palabra se juega en lo desértico y terrible de un nosotros que vira en una comprensión indefectiblemente trunca. Por ese sesgo la pobreza también puede llamarse deseo de política -tomando una suscitante idea de Alejandro Lezama- y ubicárselo en el lugar de la condición del nosotros. Los hablantes que lo constituyen no escapan al paso atrás de lo impensado, como si lo hacen los habladuriantes en beneficio de la comprensibilidad general de la comunicación. A cambio de entender, los habladuriantes se entienden; en reemplazo de un nosotros, solo alcanzan la identidad institucional en la que claudica el deseo de política.
En la pobreza de la cantina del castillo de Wildenstein, Heidegger da el punto clave del viraje saliendo de la red de habladurías que le daban identidad institucional con el régimen nazi. Una red que encarna la maquinaria del habladuriar ponderada por Virno, testimoniando así acerca de una vigencia ominosa. Por otro sesgo Heidegger vira de la Germania en la que creía anudar su filiación con Hölderlin, para pensar esta última en la simpleza del origen de Occidente (no del pueblo alemán), a saber, el pensar poético que responsabiliza a la palabra en el ausentarse de la cosa. Paso atrás del que nos queda la afirmación del comunismo del espíritu: nietzscheano y evangélico.
Bibliografía
Heidegger, M. (1951): El ser y el tiempo, Buenos Aires, FCE de Argentina.
Heidegger, M. (1984) Carta-prólogo a Heidegger. Through Phenomenology to Thought, de William Richardson, Traducción de Pablo Oyarzun Robles, Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.
Heidegger, M. (1994): La cosa en Conferencias y artículos Tomo V, Barcelona, Serval.
Heidegger, M. (2006): La pobreza (con presentación de Philippe Lacoue – Labarthe), Buenos Aires, Amorrortu.
Másmela, C. (2000): Martín Heidegger: El tiempo del Ser, Madrid, Trotta.
Rodríguez García, R. (1991): Heidegger y la crisis de la época moderna, Madrid, Cincel.
Virno, P. (2003): Gramática de la multitud, Buenos Aires, Colihue.
Zerba, D. (2007): Aldea Panóptica. Ideas – Situaciones – Prácticas, Buenos Aires, JVE.