8 de marzo de 2007

OPERACIÓN TEATRAL

Dice Gilles Deleuze que en contraposición a la conciencia: “La operación mucho mas teatral y dramática mediante la cual curamos, y también mediante la cual no curamos posee un nombre, la transferencia” (Deleuze, 1995: 87).
En oposición a la concepción platónica del Eros, Deleuze da un giro de tuerca y no habla de la falsa apariencia de lo sensible con relación a la Idea, sino que duplica la apuesta y formula la falsedad de la falsa apariencia, a saber, el simulacro. Sobre la premisa de esta doble falsedad, la transferencia posee su verdad en el simulacro a partir del cual: “Los disfraces y las variantes, las máscaras o los travestis, no se colocan por encima, sino que por él son elementos genéticos internos de la repetición, sus partes integrantes y constituyentes (Deleuze, 1995: 83).

Durante el transcurso de este desarrollo no haré hincapié en las objeciones que Deleuze le plantea a Sigmund Freud, sino en como Donald Winnicott rescata (tal vez sin saberlo) algunas formulaciones de Deleuze dentro de su práctica. Tomando estas coincidencias causales o no, así como este último se dirige en su condición de filósofo a Freud, construiré una ficción de diálogo en la que Winnicott le habla a Deleuze desde su lugar de psicoanalista.

Winnicott inaugura una clínica distinta a la de Freud. La llama clínica de los pacientes no freudianos y la distingue de la anterior porque presenta variaciones clínicas de la transferencia (Winnicott, 2006). Mientras que la práctica freudiana trabaja con pacientes en los cuales se da por descontada la estructuración de la experiencia y con ella de la continuidad existencial en los primeros meses de la vida (por eso Freud la pone a cuenta de una metapsicología más allá del fenómeno y como condición de posibilidad del mismo), por su parte los pacientes no freudianos son el resultado de las perturbaciones en este desarrollo primario. Con la lupa del filósofo Deleuze pone a prueba el planteamiento kantiano de la metapsicología freudiana, indicando que la repetición como insistencia de la pulsión de muerte que conduce a un estado originario de disolución es un principio trascendental; en tanto que Winnicott con la oreja del analista redefine la metapsicología en términos operativos, planteando la necesidad de los abastecimientos ambientales tempranos para el desarrollo de la estructuración subjetiva en la conjunción de la experiencia y la continuidad existencial. Avanzando por esta ruta resulta indispensable recordar que en los escritos técnicos, Freud afirma que la repetición es un acto en el que se repite sin saber lo que se repite (Freud, 1973 a). En tanto que Deleuze no hace distinciones entre la diferencia de la repetición, y lo mismo que vuelve como objeto de la transferencia para continuar sin saberse hasta que no finalice el análisis. No recaba en este punto porque es propio de la escena analítica y no del theatrum philosphicum (como llama Michel Foucault al montaje filosófico de Deleuze).
Deleuze impugna la tradición filosófica que comienza con la Idea platónica y conduce al concepto de diferencia, para afirmar que la diferencia es inmanente al concepto. En tal sentido no es que pensamos a partir de la Idea, sino que la misma Idea está desbalanceada por el exceso que le pone la diferencia. O sea que en el principio no tenemos la luz que nos guía para salir de la caverna (como en la alegoría platónica), sino el relampagueo que el cortocircuito de la diferencia le pone a la Idea y nos hace ir un día para un lado y al día siguiente para el otro. Dentro del planteamiento filosófico hay ahí una posición radicalmente antitrascendenatal. Es decir que para Deleuze, ni los esclavos de la caverna liberados de las cadenas marchan hacia el esclarecimiento, ni los Reyes Magos siguen la estrella que los lleva al Niño Dios. En síntesis: Deleuze no cree en los Reyes.

Puede advertirse que la operación teatral deleuziana no es el concepto de teatro que surge a partir de un rastreo genealógico desde su origen griego, o por las diversas concepciones de los dramaturgos (para citar dos ejemplos contrarios a esta línea), sino que es la propia estofa del cambio de máscaras. Siguiendo el pensar de este autor francés el concepto está embargado por el exceso de Idea que establece la diferencia, imponiendo en la operación teatral una repetición que no se cierra en lo mismo sino que se abre a lo Otro. Es decir repetición de máscaras sin nada detrás .... salvo otra máscara. Para Freud, como vimos, lo mismo es el objeto de la transferencia que por no saberse actualiza la repetición. Por ejemplo la mirada de los lobos en la Historia de una neurosis infantil (Freud, 1973 b).
Volviendo a Winnicott, el simulacro de las máscaras que se repiten es el juego. Es la falsedad de la falsa apariencia que nos convierte en sus creadores. Entonces la verdad radica en un Otro de mentira siempre Otro, siempre máscara. Cuando el niño no tiene posición en el juego y es irremediablemente jugado, la operación teatral de la transferencia cura en el momento que el niño añade a la escena del mundo (que es la escena del juego, o sea la del Otro de mentira) su propia escena, es decir su propia posición de jugador. A partir de ese instante la transferencia comanda la repetición desde otra escena.

En el último tramo de este desarrollo me remitiré específicamente a la prometida ficción de diálogo entre Winnicott y Deleuze.
La clínica winnicottiana se diferencia de la clínica freudiana porque se ocupa de una gama de pacientes, que a diferencia de las neuróticas y neuróticos de Freud están entre ser jugados por el Otro de mentira y mentirle a ese Otro de mentira desde una posición de jugador. Cuando esta posición se instituye, Winnicott le diría a Deleuze (triplicando la apuesta) que el simulacro pasa a ser simulacro a la segunda potencia, es decir la falsedad falsamente falsa de la apariencia. Ese es el punto de la cura en la variación winnicottiana de la transferencia.

Para finalizar dejo mi sospecha de cómo Winnicott concluiría su diálogo con Deleuze: “Gilles, los Reyes Magos existen pero en vez de llegar a la esperada cuna de oro de un príncipe llegan a un pesebre. ‘¿A usted que se le ocurre?’ le diría el analista a Gaspar en la sesión siguiente al percance en Belén”.

Bibliografía

Deleuze, G. (1989). Lógica del sentido, Paidos, Barcelona. Deleuze, G. (1995): Repetición y diferencia, Anagrama, Barcelona. Focault, M. (1995): Theatrum Philosophicum, Anagrama, Barcelona. Freud, S. (1973 a): Recuerdo, repetición y elaboración en Obras Completas Tomo 2, Biblioteca Nueva, Madrid. Freud, S (1973 b): Historia de una neurosis infantil en Obras Completas Tomo 2, Ídem. Winnicott, D. (1986): Realidad y juego, Gedisa, Barcelona. Winnicott, D. (2006): Variaciones clínicas de la transferencia en Escritos de pediatría y psicoanálisis, Paidos, Barcelona.

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Diego Zerba

Diego Adrián Zerba nació el 11 de enero de 1953 en la Ciudad de Buenos Aires. Es Licenciado en Psicología, Psicoanalista, Profesor Adjunto de la materia Psicoanálisis: Freud y docente en Psicoanálisis: Escuela Inglesa de la Facultad de Psicología / UBA. Profesor Adjunto en la materia Psicología del Ciclo Básico Común / UBA. Director del Centro Asistencial FUBA XXII. Supervisor de instituciones clínicas y educativas. Autor de numerosos artículos publicados en revistas y libros de distintos géneros. Autor de los libros La estructuración subjetiva. Pensar las psicosis infantiles (JVE, 2005) y Aldea Panóptica. Ideas – Situaciones - Prácticas. Compilador, junto a María Massa, de los libros: El mal – estar en el sistema carcelario (El Otro, 1996) y Síntomas carcelarios. El estado contraataca (Letra Viva, 1998).
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