8 de noviembre de 2007

REFLEXIONES SOBRE EL PADRE ABUSADOR

Me propongo presentar en la reunión de hoy la siguiente hipótesis: La regla fundamental de la prohibición del incesto puede cesar como instituyente de la cultura, produciendo efectos catastróficos.
Una segunda hipótesis derivada de la anterior es la siguiente: Los efectos catastróficos no son del orden del abuso.

De tal manera voy a tocar clásicos debates, como los que protagonizaron Claude Levi Strauss con los culturalistas, o el que mantuvieron Michel Foucault con Noam Chomsky en Eindhoven (Holanda) durante 1971. No tanto con una intención epistemológica o filosófica en general, sino para poner a prueba las hipótesis señaladas en un plano clínico.

Si ponemos los efectos catastróficos a cuenta de un poder materno, debemos colegir que concluye aboliendo la propia función materna. En ese sentido no sería la contra cara del padre abusador, o padre seductor como lo nombra Sigmund Freud en sus escritos prepsicoanalíticos, sino la interrupción del estado de cultura. Llamo catastróficos a los efectos producidos por esa interrupción. En el transcurso de esta exposición ubicaré la función del padre seductor como transgresión, del lado de la modernidad temprana, y, en otro orden, los efectos catastróficos de la interrupción de la regla fundamental como propios de la modernidad terminal que habitamos

Cuando Levi – Strauss formula la prohibición del incesto afirma que tiene de la naturaleza ser universal y de la cultura ser un regla, ergo, se trata de la regla fundamental. Por eso dice: “la distinción entre estado de naturaleza y estado de sociedad a falta de una significación histórica aceptable, tiene un valor lógico… (Levi-Strauss, : 35). De esta manera sostiene: “La cuestión no es, pues, saber si existen grupos que permiten matrimonios que otros excluyen, sino más bien si hay grupos en los que no se prohíben tipo alguno de matrimonio” (Levi – Strauss, : 42). Así refuta a los antropólogos culturalistas, como Margaret Mead, que buscan verificar si la prohibición del incesto que, según Freud, deriva de la universalidad del complejo de Edipo, esta en todas las culturas. De esa manera no quiere decir que debido a que ciertas culturas autorizan el casamiento entre hermanos no contemplan la prohibición del inceso, sino que, al revés, tiene que haber otra prohibida como la de la madre con el hijo, para que la unión entre hermanos sea una unión posible. O sea que alguna relación tiene que estar prohibida para que otras sean posibles. Esto tampoco quiere decir que las prohibiciones devenidas de esta prohibición de base no sean transgredidas, es más, la prohibición precipita el deseo más allá de ella. Abriendo el juego a Jacques Lacan, podemos decir que la prohibición supone una excepción como condición de la regla: uno debe de faltar en la serie para que la serie sea posible. En términos lacanianos se trata del padre real; volviendo a Freud es el padre de la horda asesinado por los hijos el que tiene que faltar para que haya clan fraterno. De esa manera comienza la historia, quedando en la prehistoria el lugar de quien por faltar en la historia hace posible su anudamiento. Cuando la prohibición del incesto entra en suspenso, entra simultáneamente en suspenso la excepción de quien queda fuera de la cuenta. Es decir que la propia función paterna queda en suspenso, más allá del buen señor que es llamado papá (como puede ser Homero Simpson). Entre otras manifestaciones esto se aprecia en la evidencia de un poder materno haciendo estragos, como se advierte, por ejemplo, en la enorme cantidad de divorcios contradictorios en los que la mujer le inicia juicio por abuso contra los hijos al ex-marido sin ninguna evidencia sólida. Pero en definitiva lo que se revela hurgando en la condición catastrófica es no que hay ni padre ni madre, sino que cualquiera colisiona o está con cualquiera. En Estados Unidos cualquiera… puede llegar a ser un extraterrestre, como aparece en la gran cantidad de denuncias y organizaciones de víctimas que dicen haber sido abducidas y abusadas por alienígenas

En la modernidad temprana el padre “jefe de familia” era la figura por antonomasia de quien impostaba el lugar de la excepción, haciendo posible tanto la ley como la posibilidad de su trasgresión. Entonces es posible que un adulto seductor haya abusado del sujeto como causa de una histeria, pero lo que es necesario para que la historia anude (en este caso la historia individual de un sujeto) es que alguien ocupe ese lugar de abuso en la estructura, o sea la excepción que queda fuera de ella. Alguien que interviene dentro de la historia como si estuviera más allá de ella, en la prehistoria. Es exactamente la regresión como inversión de la identificación, a la que Freud hace referencia en Psicología de las masas y análisis del Yo.

En sus trabajos pre-psicoanalíticos, la seducción de un adulto fue tomada por Sigmund Freud como factor etiológico de la neurosis. Refiriéndose a la histeria decía por aquel entonces:

“La histeria se insinúa cada vez más como consecuencia de una perversión del seductor; y la herencia, cada vez más, como seducción por el padre. Así se dilucida una alternancia de generaciones:
1ª generación: perversión.
2ª generación: histeria, que luego se vuelve esterilidad
(…)El ataque de vértigo, el espasmo de llanto, todo ello cuenta con el otro, pero las más de las veces con aquel otro prehistórico inolvidable a quien ninguno posterior iguala ya” (Freud, 1982 (a): 279).

Katharina, uno de los historiales de los Estudios sobre la histeria, puede orientarnos para ubicar clínicamente el misterioso otro prehistórico. Recordémoslo mínimamente.
Freud se hallaba de vacaciones por los alpes orientales, cuando al registrarse en una hostería lo aborda una hija o pariente de la posadera. Le cuenta que está enferma de los nervios y le relata los siguientes síntomas: “Me falta el aire; no siempre pero muchas veces me agarra que creo que me ahogaré” (Freud, 1978: 141). Amplía diciendo que en esa circunstancia: “veo un rostro horripilante; me mira tan espantosamente; yo le tengo miedo” (Freud, 1978: 142). Ante la requisitoria de Freud le cuenta que sufre de estos ataques desde hace dos años sin poder agregar nada más, a lo cual este le añade: “Sí usted no lo sabe, yo le diré de donde creo que le han venido sus ataque. En algún momento, dos años atrás, usted ha visto o escuchado algo que la embarazó mucho, que preferiría no haber visto” (Freud, 1978: 143). Para hacerla corta: a partir de ese momento le cuenta que encontró a su prima Francisca con su tío, y que le contó a su tía que “se entienden”, razón por la cual ellos se separaron.
En primer término relata que cierta vez atiende a unos pasajeros que llegaron con ganas de comer y Francisca –quien se ocupaba de la cocina- no estaba. Su primo le dice que está con el tío en el cuarto. Katharina “no sospecha nada” y va con el primo a buscarlo. Se encuentran con la puerta trabada y a instancias del primo (que no se animaba a espiar) mira por la ventana y ve al tío encima de Francisca. Entonces Freud le pregunta: “Dígame usted, señorita; la cabeza que siempre ve cuando le falta el aire, ¿no será la cabeza de Francisca, como usted la vio entonces?”
“Oh, no (responde Katharina); no era tan horripilante, y además es sin duda la cabeza de un hombre”
“¿O quizá la de su tío?” (pregunta Freud)
“No he visto su rostro tan nítido, estaba demasiado oscuro el dormitorio; y, ¿Por qué habría puesto en ese momento una cara tan espantosa?” (contesta Katharina).
“Tiene razón” (concede Freud)… “¿Y que sucedió después” (vuelve a inquirir).
“Pues que los dos han de haber escuchado ruido. Enseguida salieron. Yo estuve muy mal todo el tiempo, no podía dejar de pensar y pensar; dos días después fue domingo, hubo mucho que hacer, trabajé el día entero, y el lunes por la mañana sentí de nuevo mareo y vomité y permanecí en cama, y vuelta y vuelta a los vómitos durante tres días” (Freud, 1978: 144).
Freud en una movida conceptual le da al síntoma el carácter de escritura figural. Por ese sesgo le dice a Katharina que el vómito es la traducción del asco.
“Si, asqueada tengo que haber estado, dice pensativa. Pero, “¿de que?” (Freud, 1978: 145)

Por este curso Freud llega a una escena en la que el tío se acuesta a lado de ella y la apoya, de lo cual colige “terminando por ella su confesión”: “Ahora ya se lo que se le pasó por la cabeza cuando miró dentro del dormitorio. Usted ha pensado: ‘Ahora hace con ella lo que aquella noche y otras veces, quería hacer conmigo” (Freud, 1978: 147).

Tiempo después Freud le confiesa a su amigo Fliess: “ya no creo en mi neurótica” (Freud, 1982 (b), 301). Pero esta certeza no decide si la neurótica experimento o no la escena de seducción, sino que la propia condición de la prehistoria hace posible la escena de seducción más allá de la facticidad del suceso. Es decir, alguien puede impostar al fuera de la serie por que ese lugar es necesario para que advenga la serie de los barrados por la castración (con sus respectivas historias).

Otra cosa diferente es cuando cesa la prohibición del incesto (según el planteo de Levi – Strauss) y su vínculo consustancial con la necesidad de uno fuera de la serie, para que anude la historia del mal estar en la cultura y las historias de los neuróticos con el correspondiente mal estar conforme a sus singulares maneras de gozar. Por supuesto que esto no quiere decir un retorno al estado de naturaleza, ni algún modo de pensar cierta experiencia humana precultural. Sencillamente hay una interrupción de la experiencia humana en una suerte de pasaje al acto sostenido perdurablemente. Esta es su fórmula, la de la catástrofe: cualquiera contra cualquiera. A cambio de la familia hay un galpón afilial: es decir que nadie abusa de nadie porque ni siquiera nadie puede impostarse en el lugar de la excepción, sino que hay una suspensión lisa y llana del orden de filiaciones. Traigo como ejemplo la siguiente situación con la que trabaja un hogar para niños y adolescentes en el Gran Buenos Aires, que superviso.

Es una familia (que no es una familia en el sentido riguroso que le damos) en la que conviven un grupo de adultos (padre, madre, y tío paterno) con varios niños y adolescentes que en principio son hijos del matrimonio. Por una circunstancia de prolongada inasistencia escolar interviene la trabajadora social de la escuela a la que concurren los chicos, que luego deriva en la denuncia de abuso por parte del tío que hace la hija mayor al juzgado de menores, y posteriormente en la intervención del hogar. En principio la hija mayor que tiene un bebe, sería el resultado de la violación del tío. Posteriormente el hogar puede colegir que tampoco era lo que parecía al comienzo, sino que los niños menores son el resultado de la violaciones del padre (ya no del tío) a las hijas mayores. Uno de los aspectos más notorios es que los nombres de papa y mamá son inestables: cualquiera de los adultos o de los chicos más grandes son llamados de ese modo. Como digresión podemos pensar: el proceso de destitución simbólica de las instituciones que lleva, por ejemplo, a que cualquiera pueda ser nombrado en cualquier partido político, alcanza su punto más radical en las estructuras de parentesco. En nuestro caso a la madre la llaman generalmente por su nombre de pila, y el supuesto nieto llama al abuelo papá. Pero no hay historias de violencia, sino que esta surge imprevistamente sin ninguna causa. Un día uno de los hijos mayores corto la cara de Nélida (su mamá) porque se despertó nervioso.
Josefa de 15 años (que vive en el hogar) no sufre de ataques histéricos, sino que permanentemente está instigando directamente a los varones (no seduciendo) para tener relaciones sexuales. No se cubre los pechos para descubrir sigilosamente algo de ellos, intempestivamente puede pelar una teta esté quien esté en ese momento. Jonathan de 8 años tuvo distintos intentos de suicidios saliendo al cruce en la ruta, en una de esas ocasiones quedó con graves fracturas.
La mayoría de ellos (en especial los más grandes), no obstante, quieren vivir en ese galpón afilial.
La orientación general, en consenso con el juzgado, es persuadir con potencia aunque sin coerción a que vayan a vivir al hogar. En los casos que sean factibles se trata que los niños más pequeños ingresen a un programa de acogimiento familiar en nuevas familias. Pero a diferencia de lo que pueda presuponerse, no se alienta a que dejen de ver a los padres, sino a que en cualquiera de estas situaciones (viviendo en el hogar sea en forma estable o transitoria, o en el programa de acogimiento familiar) puedan anudar una historia con ellos en donde solo imperaba el galpón afilial. Por ejemplo hasta se hizo un brindis con este hombre para el día del padre, tratando de tramar un lazo social en donde no existía.
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Hay torrentes de casos como este en la modernidad terminal. El modo de intervenir que propongo es sembrar la cultura en donde el capitalismo salvaje va dejando el desierto social. Todo depende de nosotros… cuando la catástrofe ni siquiera ha dejado la posibilidad del abuso.

BIBLIOGRAFÍA

Freud, S. (1978): Estudios sobre la histeria en Obras Completas Tomo II, Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (1982) (a): Carta 52 en Obras Completas Tomo1, Buenos Aires Amorrortu.
Freud, S. (1982) (b): Carta 69 Ídem.

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Diego Zerba

Diego Adrián Zerba nació el 11 de enero de 1953 en la Ciudad de Buenos Aires. Es Licenciado en Psicología, Psicoanalista, Profesor Adjunto de la materia Psicoanálisis: Freud y docente en Psicoanálisis: Escuela Inglesa de la Facultad de Psicología / UBA. Profesor Adjunto en la materia Psicología del Ciclo Básico Común / UBA. Director del Centro Asistencial FUBA XXII. Supervisor de instituciones clínicas y educativas. Autor de numerosos artículos publicados en revistas y libros de distintos géneros. Autor de los libros La estructuración subjetiva. Pensar las psicosis infantiles (JVE, 2005) y Aldea Panóptica. Ideas – Situaciones - Prácticas. Compilador, junto a María Massa, de los libros: El mal – estar en el sistema carcelario (El Otro, 1996) y Síntomas carcelarios. El estado contraataca (Letra Viva, 1998).
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