
Si como dijo Georg Hegel: el arte ha muerto, es porque ya no se puede hacer de una vida una obra de arte. Como la hizo Antonin Artaud: locamente, o como la hizo Leopoldo Marechal: sabiamente. Piensen la diferencia entre el hombre artista actuando su vida, y el que debe actuar al hombre deambulando como sombra por un escenario ominoso. Esa es la interpretación fallida que día a día intenta practicar el habitante de la modernidad implosiva. Para eso apela a una extensa guía de expertos (no excluyente de los espirituales), que a diferencia de Sófocles o Shakespeare le darán los guiones de la identidad institucional. Pero no le permitirán olvidarla para actuar, sino que necesitará de un apuntador perpetuo clasificándolo en la parte del escenario que le corresponde.
La diferencia radical entre el hombre artista y el hombre idéntico a la institución puede ilustrarse con esta polaridad: los arrecifes de corales entre el trópico de Cáncer y el de Capricornio, y una pescadería.
¡¡Araca la red!!
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