Diego Zerba
Marcela López  Tonttetti es una chica “de la política”, que nunca tuvo suerte  a la hora de “atajar el ramo”. Por sus encuentros furtivos con el  máximo dirigente del fútbol de Camerún, alcanza su “primera vez”  en cargos importantes (esas cosas de la globalización). Un buen día  la afición futbolística de nuestro país, amanece con la noticia que  se intervino el máximo organismo del fútbol local. Su interventora  no es ni más ni menos que la Dra. Marcela López Tonttetti. Absoluta  desconocedora del deporte del balompié, comienza por preguntarle a  su hijo que se ganaba la vida con el rebusque de la escuelita de fútbol  “Los repollitos”. En principio le alerta que los pases de mayor  fuste económico corresponden a delanteros. Ella que, ni lerda, ni perezosa,  ya había estrenado colágeno en los labios y siliconas en el busto,  se puso furiosa: “¡no entiendo un pomo de delantera, ni de defensa  –gritaba- lo único que conozco son las internas!”  Así es como -quizás por sus infortunios a la hora de los “penales  nupciales”- pergeña la siguiente estrategia: “Tenemos que crear  una campaña contra los arqueros diciendo que no trabajan, que son unos  vagos; mientras los otros 10 corren los noventa minutos toda la cancha,  ellos toman sol apoyados en un poste. ¡Son unos parásitos, terminemos  con esos… ‘guardametas’! ¡je, je!”  Mientras que su hijo azorado se aleja, ella convoca como asesores a  los muchachos que se reúnen en la Pizzería Atenas después de las  19 horas, con gran experiencia en arreglar el mundo, comenzando por  el fútbol.

 En principio  promueve una ley para que se les aumente los impuestos, y compensar  la diferencia de esfuerzo con respecto a sus compañeros. Así comienza  la campaña con centenares de conferencias de prensa, seminarios de  discusión, actos, encuentros espirituales, etc., etc. Algunos jugadores  del 2 al 11 empezaron a reclamar que los arqueros ganen menos, pero  la mayoría de ellos, junto a los hinchas, estaban inmersos en la perplejidad.  Un caso difícil era el de los defensores, que tenían temor a que después  les tocara el turno a ellos. De esa manera el fútbol gana el mayor  espacio en los medios, seguido por las noticias policiales, que también  habían cobrado fuerza con el misterioso asesinato del director de la  escuelita de fútbol “Los repollitos”. Por otra parte algunos de  los jugadores que ingresaron a la cruzada contra los arqueros, en vez  de hacer goles la emprendían contra los guardametas, terminando los  encuentros en bataholas generalizadas. Mientras tanto se abría una  gran cadena de institutos de fútbol, donde se enseñaba a jugar “sin  los haraganes porteros” (creándose un conflicto por discriminación  con los encargados de edificios).
 El segundo  paso fue modificar el reglamento y eliminar el controvertido puesto  de arquero. De esa forma Marcela mostraba como un éxito de su gestión,  la cantidad de goles que se hacía en cada partido. El problema se generaba  cuando había que jugar en el exterior. El director técnico de la selección  –por estrictas órdenes- puso a un goleador como número 1 y lo mandó  al área rival. Todo lo que siguió fue demasiado fuerte para incluir  en este relato.
 Esta narración  no avizora una conclusión, y sabemos por la película que cuando una  historia no tiene fin se transforma en pesadilla. Por nuestra parte  hemos conformado un colectivo de enamorados del fútbol, y le dimos  la presidencia honoraria al Negro  Fontanarrosa. Sólo pudimos rescatar de las hogueras unas pocas fotos  de Hugo Gatti, Amadeo Carrizo, Lev Yasim, Antonio Roma, y otros inolvidables  números 1, para decorar de historia nuestra sede. 
 Queridas y  queridos hinchas: están invitados a sumarse.